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Una aventura de colores

Escrito por:

 

Por Selenia Cordero (Cuento en el libro TRUCANDO de Elizabeth Balaguer).

 

Este cuento se desarrolla en el mundo llamado Los Grises. En él vivían personas que nunca, nunca habían conocido el color. Las casas, los árboles y hasta sus ropas eran de diferentes tonos de grises.

 

Una mañana gris, como todo lo de ese mundo, Roberto Siena, un pequeño que habitaba en dicho lugar, iba caminando por un sendero ocre. De pronto ante sus ojos se presentó otro pequeño vestido de una manera estrafalaria y llamativa. Nunca, en sus ocho años de vida, había visto colores como los de esa ropa.

 

El visitante se acercó a Roberto:

 

—¿Por qué me miras con esa cara de asombro? ¿Es que acaso nunca habías visto ropas como las mías?

 

Este se le acercó más y fue tocándolo poco a poco, preguntándole enseguida:

 

—¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu mundo? ¿Cómo te llamas? —El visitante, sorprendido dijo:

 

—¡Hey espera un momento, amigo mío! Vamos por partes. Primero te diré que pertenezco a otra galaxia. Mi mundo es el Mundo del Color y mi nombre es Manuel Amarillo. ¿Satisfecho?

 

—Un poco —Respondió Roberto Siena. —Pero, esas ropas tuyas… ¿Visten todos así en tu mundo que se llama…?

—Del Color —respondió Manuel Amarillo. —Sí, así vestimos todos allá, porque nuestro mundo es alegre y lleno de todos los colores que tiene la naturaleza.

 

Roberto encogió un poco los hombros y puso cara algo triste. Manuel dijo:

 

—Espera, no te pongas así. Si quieres, puedo llevarte a conocer mi mundo, pero antes debo decirte que el mundo en que tú habitas, también es importante para el nuestro. Más adelante, te diré por qué. Ahora ¿quieres venir conmigo? Te prometo una grande, alegre  colorida aventura.

 

—Sí, quiero ir contigo y vivir esa experiencia.

 

De esta manera, Manuel Amarillo tomó de la mano a su nuevo amigo y como por arte de magia se vieron viajando por un sinfín de estrellas y planetas. Roberto Siena veía todo con grandes ojos, hasta que su amigo le dijo:

 

—Nos acercamos a mi mundo, agárrate más fuerte.

 

Y descendieron en un mundo donde los ojos de nuestro amiguito Roberto se llenaban de nuevos conocimientos y de una luz que le hacía cerrarlos un poco constantemente, pues no estaba acostumbrado a esa luminosidad.

 

—¿Qué te parece? ¿Verdad que es hermoso? —preguntó Manuel Amarillo.

 

—¡Oh, sí que es hermoso! Pero tienes que explicarme todo porque no comprendo nada de nada.

 

—¡Ja, ja, ja, ja! —Rió Manuel Amarillo. —Está bien. Iré diciéndote, tú pregunta. Pero, por favor, hazlo despacio.

 

—¡Desde luego! Primero dime ¿qué es aquello que se ve allí al frente? Parece un edificio de tres puntas.

 

—Y lo es, Roberto Siena. Ese edificio es el que guía o dirige todos esos colores que estás mirando y no comprendes. Si te fijas, en la punta superior, verás el color amarillo, a la izquierda, el rojo y a tu derecha, el azul. Esos son los Colores Primarios que a su vez, cuando se mezclan, producen los que se reflejan en ese otro edificio de más allá, ¿lo ves?

 

—Sí, lo estoy viendo, pero ¡Oh, tiene más puntas que el otro!

 

—¡Claro, Roberto! Si te fijas bien, verás que esas puntas, van girando hasta encontrarse. La punta amarilla se une a la roja y da el color Naranja.La misma punta amarilla se une a la azul y da el verde. La punta azul, se mueve hacia la derecha y con el rojo da el violeta.

 

—¡Sí! ¿Y cómo se llaman esos colores?

—Se llaman Secundarios. Son hermosos… ¿Verdad?

 

—¡Qué importante es todo esto!

 

—¡Claro que es importante! Tu mundo es importante también porque él completa la cuarta división de los colores. Ahora bien, con todos los colores podemos crear matices diferentes agregándoles el blanco o el negro. Depende si quieres aclararlo u oscurecerlo.

 

Los dos amigos emprendieron el viaje de regreso al mundo de Roberto Siena. Al llegar, este estaba muy pensativo y preguntó:

 

 

—Oye, Manuel, al pasar por tu mundo vi algo y no tuve la oportunidad de preguntarte. Eran muchos colores que se mezclaban y desprendían destellos de luces. Parecía algo mágico. Oí que alguien le llamaba Arco Iris. ¿Podría pintar uno así en mi mundo?

 

—¡Ja, ja, ja! —Volvió a reír Manuel Amarillo. —Por supuesto que puedes. Sólo debes recordar que tendrás que hacerlo con los colores pigmentos, la luz de tu mundo es oscura.

De esa manera, Manuel Amarillo le dijo adiós a su amiguito Roberto Siena y emprendió el vuelo hacia su mundo de colores. Roberto quedó empeñado en su labor de pintar un arcoíris con los colores primarios y secundarios, para dar luz a su mundo y para que la tristeza se tornara en alegría.