Escrito por: Karina Castillo
Paiba y Gandolfito, de José Mariano Sanz Lajara.
“Esta historia singular del narrador, cronista y diplomático dominicano José Mariano Sanz Lajara nos muestra una escena de la vida que es común a muchas familias.
Es contada por un personaje espectador quien observa a la distancia toninas o delfines mientras se desplazaban en “el mar que mugía su canción”, acompañada por “el silbido del viento” y las gaviotas que acudían a la fiesta de peces. Entretanto, el testigo gozaba del espectáculo, tranquilo y resignado, por su vida “entre papeles y tinta”.
Su trance se interrumpe por la peculiar escena de un anciano, Paiba, y su nieto Gandolfito, quienes estaban allí, donde “docenas de peces saltaban afiebrados de una a otra ola”. El más joven amaba pescar con su abuelo, aunque su padre prefería que se enfocara solamente en sus estudios.
El pequeño insistía en ayudarlo a sujetar la red, y gritaba “¡Que se le van! ¡Ándele por la izquierda… por la derecha!” Y su voz pareciera “mecerse con el viento”. El señor no quería arriesgarlo, pero el niño insistía diciendo: “¡Algún día seré pescador!” A lo que el viejo le respondió de forma automática: “¡Lo serás!”
Gandolfito no cabía de la emoción mientras replicaba: “¿Me enseñará, aunque se oponga mi padre?”
Por respuesta, Paiba lo llamó para que ayudara, y con los ojos húmedos por la emoción, “abuelo y nieto dejaron hundir la red en el mar”. La pesca no fue sencilla. Tuvieron que luchar con un delfín, que al final no pudo vencer al experimentado “lobo de mar”.
Su descendiente, orgulloso solo atinó a decirle: “Así quiero que usted me enseñe…”
De inmediato, ambos parientes contaron entusiasmados el botín marino, recogieron sus utensilios y se marcharon, no sin antes dialogar acerca de la importancia de hacer caso al padre e ir a la escuela.
Este es relato breve, sensible y auténtico, con un contenido profundo y amplio que nos enseña sobre la vida, la lucha por la supervivencia y el valor combinado del conocimiento y la experiencia.
En los diálogos, el autor emplea algunas palabras de una jerga similar a la utilizada por algunos pueblos de Suramérica, sin embargo, los mismos fluyen apoyados por las ricas descripciones semejantes a un cuadro viviente.
Con “sus pinceladas”, Sanz Lajara hace sentir al lector parte de esta historia cuya trama, como la vida misma, mantiene su vigencia y trasciende tiempos y edades. Nos confirma que para ser felices y crecer en la vida, hay que “amar lo que se hace y hacer lo que se ama” y nos hace reflexionar, como Gandolfito: “¡Qué rico sería este mundo si mandaran en él los abuelos…!”
*Paiba y Gandolfito es parte de la antología titulada Caballo Loco y otros cuentos, de la selección de Andrés Blanco Díaz.