Escrito por: Luis Reynaldo Pérez
Mientras el país comenzaba a asimilar los daños causados por el paso del huracán Irma, sobre todo en las ciudades de Nagua y Puerto Plata, el viernes recibíamos una noticia, un palo acecha’o, que se suma al cerco de impunidad que ahorca cada día más a la sociedad dominicana.
Los únicos dos acusados por el caso Odebrecht que estaban encarcelados, Víctor Díaz Rúa y Ángel Rondón fueron favorecidos con una variación de la medida de coerción que los mantenía en Najayo a prisión domiciliaria, presentación periódica, impedimento de salida y una fianza de 50 y 70 millones de pesos, suma exorbitante en un país con una tasa de pobreza por encima del 30%. Ha sido esto causa de indignación de la gran mayoría del pueblo dominicano que ven como la justicia no obra igual para todos.
Y no es que han sido absueltos de las acusaciones que se les imputa pero si han sido favorecidos a disfrutar de las comodidades que han comprado con dinero (aparentemente) mal habido, mientras la inmensa mayoría de presos preventivos “disfrutan” del hacinamiento que se vive en algunas de las cárceles dominicanas.
Al parecer los rumores sobre la protección con la que cuentan los involucrados locales en este caso, de parte de los detentores del poder político no son del todo falsos. Es que hay que ser dichoso en la vida, para verse envuelto en uno de los casos de corrupción más grandes de la historia y no perder tus privilegios, ni tu prestigio, ni la fortuna amasada sabrá Dios cómo. Dicho de manera llana y sencilla: «nacer como la auyama…».Otros no han tenido la «buena fortuna» que les permita recibir la justicia que debe ampararles en igualdad.