A una sirenita no le gusta el agua
¿será por el frío o por las palabras?
Ella sueña mucho nadar en las páginas
de un libro que abre –grandes– sus dos alas.
Di que nade pronto, sin comer las algas,
por las frases bravas de aquellas montañas.
Di que lea todo: barcos, sol y playas,
que las sirenitas sueñan a sus anchas.
Que sean siempre libres, vayan donde vayan,
que nadie las ate, sean bravas gitanas,
que canten un himno atado a su pelo
y este las libere, más allá del cielo.