Escrito por: Karina Castillo
La observación es un ver comprensivo…cierta clase de ojo despierto al mundo.”
(Di Marco-Pendzik, 2013)
“Érase una vez una golondrina. Había nacido un día fresco de primavera, en un nido bien mullido, en el hueco de un muro de un jardín”. De esta forma, visual y acogedora, la escritora Layla Nabulsi inicia su historia.
La golondrina, a la que la autora sugiere nombrar como queramos, pero que ella llamó “Renata”, era como las demás: “abría el pico para recibir los gusanos frescos e intentaba aprender a volar”. Sin embargo, prefería quedarse en el nido, hasta que un día su madre le dijo que era tiempo de irse a otro lugar.
Todas las golondrinas se colocaron sobre un cable, pero a la protagonista le molestaba tanto “gentío”. Una a una fueron lanzándose desde allí, excepto Renata que decía que no podía concentrarse por el bullicio y se quedada sostenida con sus patas. Aunque sabía que sus ancestros aprendieron a volar, incluso desde los árboles, ni sus padres ni su abuela lograron persuadirla para que tratara.
De pronto, una nube gris apareció y le ofreció ayuda. Luego de un divertido diálogo, la avecilla se subió sobre la espalda de esta, y juntas emprendieron el vuelo sobre maravillosos paisajes. Renata, absorta, exclamó:
—“¡Qué bien no atreverse a volar y dejarse llevar!”
Mientras, sus compañeras respondieron:
—“el que ríe último, ríe mejor”.
Las nuevas amigas no se inmutaron y cantaban:“Aquí está África y sus músicas…con tan grande y bella historia.”
Los días pasaron, nube y golondrina eran inseparables, pero Renata no aprendía a volar. Llegó el verano y una fuerte sequía. Los animales y las plantas desfallecían. La nubecilla pensó que si quería salvar a Renata, debía “estallar”. El ave estaba triste por perderla, pero la nube le dijo que al tomar de su agua, ella permanecería en su interior y la enseñaría a volar. Entonces la nube se hinchó y explotó en miles de cristalinas gotas, saciando la sed de todos.
Renata se colocó en las ramas de un eucalipto y “se lanzó”. Pareciera que escuchara a la nube que decía: “aletea bonita”.Así lo hizo y suscompañeras le pidieron que fuera su guía. Ella puso en práctica lo que su amiga le enseñó, aprendió a usar su instinto y a perseverar. Todas llegaron a un lugar seguro y cuando la vida le permitió formar su propia familia, no dejó a la suerte el proteger a sus crías: “En el tiempo que estuvieron preparados, los enseñó a volar.”
La historia de Layla Nabulsi es fresca, ágil, entusiasta y con mucha personalidad. Transmite el valor de la vida, la comunidad, del instinto para la supervivencia, y de lo cotidiano, siempre en balance con las mejores acciones para satisfacer las necesidades de todos.