Escrito por: Raúl Pérez
La “clichemanía” tiene un nido en las llamadas telefónicas y en los acreedores de todo calado que no “le paran” al exigir pagos, aún sea del lavado.
Es del ámbito nacional el sello del chiché que matiza las conversaciones telefónicas, lo mismo que el habla de un “inglés” para cobrar, hable o no hable dicho idioma.
Como el timbrado del teléfono es una especie en extinción, ahora impera una gama de sonidos y señales, que incluso saca a relucir el nombre escrito de la persona que llama.
Cuando la recepcionista no cae en cuenta de quien llama.
De la llamada entrante preguntan, previo saludo, me interesa hablar con el señor Del Toro.
La recepcionista pregunta ¿De parte de quién, por favor?
“Dígale que es Lorenzo, él sabe”. Otras veces dice: “es personal la llamada”.
De nuevo la recepcionista habla y pregunta: “Usted me puede decir lo que desea, por si puedo ayudarle”.
Pese a la luz roja recibida, quien llama no se da por vencido y dice, “no se preocupe, le llamaré más tarde”.
Entre las interpretaciones del fallido intento de llamada se dice: “Señores pero la gente desde que tiene un carguito, se cree que tiene a Dios cogido por una pata”.
Con frecuencia, comunicaciones rutinarias de empresas de servicios, inmobiliarias, de alquileres, venta de vehículos, bancarias, etc., remiten una carta de rigor a sus deudores, sin una línea de desperdicio, para el cobro correspondiente.
Entre los datos recurrentes de la carta de cobro se precisa el monto “actual” de la deuda con sus respectivos cargos, el capital “pendiente de pago”, los intereses acumulados, y cualquier otro sutil recordatorio.
Sin embargo, los remitentes se cuidan de aclarar algo así como este cliché: “Si usted hizo su pago (en tiempo), no haga caso a la presente”.
Pero si las cuentas del cliente acusan algún retraso, no faltará el cliché de advertencia: “Favor evitar que su caso pase al Departamento legal”.