Escrito por: Karina Castillo
Siempre nos sorprende como a partir de un mismo elemento de nuestra cultura pueden contarse tantas historias como mentes creativas existan. Este es el caso de La ciguapita, de la escritora, libretista, productora y actriz Aidita Selman, quien con su visión única y extraordinaria inventiva, nos ofrece un relato lleno de fantasía que entretiene y enseña, armonizando la leyenda con las costumbres de nuestro pueblo.
La autora nos habla de los taínos, que “habían subido a la Montaña del Final, hacia el lugar del Recuerdo”y de Ciguapa quien, como dicen las crónicas, caminaba al revés, para despistar a sus perseguidores, mientras se ocultaba con su larga cabellera.
Nos cuenta de sus descendientes, que aprendieron a caminar “de espaldas”y crecieron sin saber que “el tiempo iba pasando” por la isla, así como “los españoles, africanos, franceses, ingleses y americanos”, y que “los niños eran ya dominicanos, tenían patria y bandera, iban a la escuela y a la iglesia y aprendían a hacer amigos”.
También menciona a Ciguapita, la más reciente heredera,que se cansó de esconderse y salía por las noches a jugar con sus amigos, animales cuadrúpedos, aunque su cabello se enredaba entre los cafetales y lloraba por los estirones que sufría. Un día, esperanzada, se puso a trenzar el pelaje de sus compañeros, sin que ninguno le devolviera el favor.
Y en ese momento, al igual que a la protagonista, Aidita Selman nos sorprende con “una voz”que resuena: “El que quiere moños bonitos que aguante jalones”. Al escucharla, la primera corrió hacia su madre, quien le recordó que no debía salir sola ni esperar el amanecer. La criatura, ante la reprimenda, lloró tanto que “sus lágrimas formaron manantiales”que llegaron hasta la escuela del pueblo.
En esta parte de la historia, la autora continúa conectando magistralmente la leyenda con la realidad. Presenta entonces a Margarita, una niña del tercer grado, quien narraba a sus compañeros el “encuentro” que tuvo con una ciguapa, a la que intentó desenredar el pelo. Al escucharla, sus compañeros se burlaron, pero la maestra le permitió defender su “versión” de los hechos.
De pronto, como si se tratara de “mundos paralelos” cruzados, en el suelo del aula apareció sal, residuo de la “inundación” provocada por Ciguapita y los muchachos, al ver esto, quisieron conocerla, por lo que idearon un plan:
Esperaron durante la noche,“con peines, cepillos, cintas de colores”, y un higüerito*lleno del condimento, hasta que apareció la melenuda criatura que, bajando velozmente en yagua**, se asustó de tal forma, que no pudo hablar. Pero sus anfitriones le animaron, trenzaron su cabello y le ofrecieron batata, siendo esta la palabra que ella por fin pronunció.
La historia de la escritora Aidita Selman es única. Sus “madejas” se enlazan haciendo una hermosa y armoniosa “trenza”, combinando elementos de la tradición oral, creencias y la cotidianidad de nuestros pueblos, y mostrando valores como el respeto, la tolerancia, solidaridad y compañerismo.
Enseña que hay que vencer el miedo y la oscuridad, ya que allá afuera nos espera un mundo donde hay riesgos, pero también oportunidades. Que siempre es bueno ofrecer ayuda los unos a los otros, el “visitar o bajar la montaña”, “lavar el cabello” y, a diferencia de la “Ciguapita,”no hay que irse“al lugar del Recuerdo”, sino estar presentes, dispuestos, guardando un“puñado de sal” que invite a la amistad y fraternidad, a quedarse.
*Higuerito: De higüero. Planta y fruto del árbol tropical del mismo nombre. Vasija hecha con la corteza de dicho fruto.
**Yagua: Tejido fibroso que rodea la parte superior del tronco de la palma real.