Escrito por: Josefina Jiménez C.
Cada mañana Isania veía que frente a su puerta aparecía una paloma hermosa, de musculoso cuerpo, como si hubiera sido seleccionada por alguien para un festín.
Día tras día…Isania continuaba encontrando frente a su hogar el mismo regalo. Estaba intrigada…porque de forma misteriosa la paloma desaparecía, así como llegaba.
Al atardecer busca a su amiga, la detective Sorim y le comenta el motivo de su preocupación.
Como investigadora al fin, Sorim recomienda iniciar una investigación. Se ponen de acuerdo para buscar el origen de tal hallazgo. Se proponen vigilar por turnos y seguir las pistas que encuentren, para descubrir, ¿de qué forma llega tal regalo hasta ellas.
Muy cerca de allí…una amorosa madre acurruca a sus hijos, los acaricia y alimenta; ellos se sienten protegidos, mimados entre el hermoso pelaje blanco con negro de su bella progenitora, quien también los baña y acicala, mientras les ofrece su calor.
De pronto, se levanta con cautela, en silencio y sigilosa y se dirige paso a paso entre los rosales donde tiene su guarida… sigue caminando sin ser vista… De un salto sube a una alta edificación y atrapa a su presa… corre, sigue con rapidez por la misma ruta que había llegado y continúa la marcha cuidando su hermoso tesoro.
Isania que, al ver marcharse a la hermosa Ágatha, de la manera repentina en que lo había hecho…llamó a su amiga la detective y le expresó: “Tenemos una pista”.
Sorim salió corriendo y emprendió el camino junto a Isania, siguiendo la ruta que esta le había descrito.
-¡Ahí viene! -Gritó Isania- ¡Tenías razón, Sorim!
-Estaba casi segura que era ella -respondió Sorim- con tono de satisfacción.
Sin ser vistas, por Ágatha, se colocan a un lado del camino observando con cuidado cuál sería el destino de la travesía de la hermosa felina junto a su presa.
Ágatha llegó a su vivienda y como si supiera que llegó a un lugar seguro… depositó ante sus pequeños gatitos, hermosos como una bola de algodón, con manchas negras y pardas, quienes saltaban de alegría ante el maravilloso regalo llevado por su madre, el alimento que compartían hasta el final.
Isania y Sorim sonreían satisfechas… habían descubierto quién era el azote del palomar…
Un tiempo después… los vecinos del lugar veían que había disminuido la cantidad de palomas que acostumbraban a ver en el palomar y en el alambrado del sector donde residían. ¿Qué habrá pasado? ¿Se habrían mudado las hermosas palomas? ¿Qué ruta habrían seguido al emigrar? -Muchos se preguntaban; solo Isania, Sorim y los gatitos …sabían la respuesta.