Escrito por: Fuáquiti
Por Dany Polanco J.
Hace ya un tiempo atrás, un pequeño niño llamado Leopoldo Rodríguez caminaba solo pensando: “Ya es Navidad es tiempo de celebración y gozo”. Cuando de repente se dijo: ¿Qué quiero para Navidad? Mis padres ya me lo han preguntado mucho; siempre me dicen Leopoldo, pequeño… ¿qué quieres para Navidad? Y siempre les decía: tranquilos, algo ya se me ocurrirá.
Su madre agobiada le respondió: «debes decidirte porque necesitamos decirle a Santa lo que te va a traer.»
Una semana después de dicha conversación Leopoldo iba de camino a la escuela, al llegar vio que el director estaba con su perra llamada Lucía que estaba dándole leche a ocho pequeños cachorros. Leopoldo queda impresionado y se acerca con mucho cuidado y le preguntó a su director “Don Estephan” -como le decía de cariño- ¿Usted me puede regalar uno de sus cachorros? A lo que el hombre respondió: ¡claro que sí! Pero ¿tienes permiso de tus padres? El niño mirando primero a los cachorros y luego a él le contestó: debo pedir autorización les diré a mis padres, para ver ¿qué me dicen? Dicho esto, Leopoldo se aleja acercándose a la escuela.
Al llegar a su casa pide la bendición, luego su madre le pregunta, Leopoldo, ¿cómo te fue en la escuela hoy? – a lo que el chico responde- me fue súper bien saqué 10\10 en un examen de lenguaje. ¡Qué bien! -Dice su padre orgulloso- (desde la sala, donde se encontraba en una mecedora), – la madre sonría al escuchar.
Leopoldo, cuando hacía la tarea se puso a pensar en los cachorros… se levantó de la mesa y fue al cuarto de su madre y en voz suave le dijo: “Mami, ya sé qué quiero para Navidad”.
Su madre le dijo: “dime, ¿qué quieres?” Él le responde: “Un cachorro de los que está regalando Don Estephan allá en la escuela”, -a lo que ella responde- “Lo siento pequeño, ahora no va a poder ser, si quieres te compro el carro rojo a control remoto, que vimos en la tienda.
Él desilusionado le dice: “Está bien, no quiero causarte problemas”.
Pasan los días y en la casa de Leopoldo no habían puesto decoración navideña y él ya estaba desesperado por la cercanía de la Navidad y le dijo a su padre: papá, ¿por qué no ponemos las luces navideñas? -a lo que su padre le responde-: “tienes que esperar un poco, ya que estamos a finales de noviembre y además debemos limpiar la casa primero, para poder poner el arbolito.
El chico responde: Está bien, pero en diciembre lo ponemos.
¡Ya es diciembre! Fue lo que se escuchó en la casa de Leopoldo, el domingo.
Cuando salió de su cuarto y fue a la sala se encontró con tremenda sorpresa: ¡El árbol de Navidad estaba puesto con muchos regalos!, pero el que más le llamó la atención fue una canasta que estaba recostada en el árbol… tapada con un manto; se acercó y quitó el manto ¡Oh sorpresa! ¡Era un pequeño cachorro con un lazo rojo atado al cuello!
El cachorrito lo miró y le lamió la mejilla; su madre al ver el hecho, le preguntó: ¿Cómo se llamará? – a lo que Leopoldo respondió- se llamará Shadow, por su color marrón como la sombra y porque quiero que siempre esté a mi lado.