Dicen que la Navidad es tiempo de recogimiento, pero el verdadero recogimiento debe hacerse a mediados de enero. En enero ya es tiempo de recoger los arbolitos, las extensiones navideñas, los papeles de regalos, las deudas, los charamicos; de recoger lo que fiamos y de que vayan a recoger lo que no podemos pagar. Enero es tiempo de recoger las botellas vacías, de recogerse uno en su casa, porque sin doble sueldo, ni regalía no se puede seguir haciendo los mismos desarreglos; es tiempo de ir al cirujano a recogerse las empellas. Enero es tiempo de hacerse los análisis médicos y de recoger los análisis para ver el nivel de colesterol que nos metimos con la carne de cerdo; es tiempo de recortar los gastos. En enero, algunas empresas recortan el personal, el gobierno recorta las ayudas. La embajada recorta el número de visas; se recortan los gastos de amores por la izquierda, los halagos; porque en diciembre queremos a todo el mundo, y todo el mundo, cuando estamos bebiendo, es nuestro compadre. En enero se recortan las entradas de las remesas, se reducen las compras, y volvemos a la normalidad, a la dura realidad que verdaderamente vivimos, pero que olvidamos todos los años, como algo mágico… ¿será a eso a lo que llaman ‘la magia de la Navidad’?