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El sueño de Juan Pablo

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Juan Pablo tenía solo 31 años cuando nació la República Dominicana. Pues antes del 27 de febrero de 1844 no éramos un país. Éramos una colonia de ultramar de España y, luego, cuando España entregó la parte oriental de la isla a Francia, fuimos franceses. El asunto fue más o menos así: España y Francia tenían una guerra, allá en Europa. Entonces, para tener un acuerdo de paz, Francia aceptó devolver a España los territorios que invadió en Europa, pero –a cambio– España entregaría a Francia a Santo Domingo Español. A partir de 1795, la parte oriental de la isla dejó de ser colonia española… y pasó a ser colonia francesa.

Quiere decir que lo que hoy es Haití, era Saint-Domingue. Y lo que hoy es República Dominicana, era Santo Domingo Español. Y quiere decir que, a partir de 1795, se supone que Santo Domingo Español pertenecía a Francia. Francia, en verdad no pudo ocupar el territorio de una vez porque sus soldados estaban muy ocupados ya: estaban peleando en guerras y no tenían ni a soldados qué mandar.

 

Dicen los documentos consultados, que muchas costumbres diferenciaban a estos dos territorios en que estaba dividida la isla, llamada «Haití» por los taínos. Hablaban idiomas diferentes y el estilo de vida era diferente. En Saint-Domingue, por ejemplo, la actividad económica se derivaba del sistema de plantaciones: africanos secuestrados y vendidos como esclavos producían –bajo tortura– el azúcar que era bien vendida por los franceses en el resto del mundo. Francia se hizo muy rica con este sistema tan desigual para los esclavos, pero que era común en la época.

 

En Santo Domingo Español se heredó gran parte de la cultura española, también africana y algo quedó de la cultura taína. Se vivía mayoritariamente del ganado, aunque quedaban –y quedan hasta el día de hoy– bateyes en los que se cultiva y vende la caña. Hace poco visité Hato Mayor, y por la carretera nuestra familia vio barracas con el mismo estilo de construcción de las barracas en las que vivían los esclavos de hace siglos.

 

Los esclavos de Saint-Domingue eran sometidos a toda serie de tortura, obligados a trabajar casi sin descanso, planificaron liberarse de la opresión en la que los tenían sus «amos» franceses. ¿Te imaginas que a tu edad alguien decida venderte y separarte de tu familia? Pues los esclavos vivían ese sufrimiento a diario. Por eso planificaron, muy calladamente, hacerse libres.

Lo intentaron muchas veces. Tanto los esclavos de Saint-Domingue como de Santo Domingo Español, intentaron hacerse libres. Algunos se alzaban y se les llamó cimarrones. Por eso a uno todavía le dicen: «Muchacho, ven no sea’ alzao». Es que la gente se alzaba fuera de las ciudades para no vivir oprimida bajo golpes y trabajos forzados. Muchas revueltas fallaron en ambos lados de la isla, hasta que –en 1804– los esclavos de Saint-Domingue lograron la Revolución Haitiana y, vía esta revolución, fundaron Haití: el primer país libre de América Latina. Como los esclavos no eran instruidos, nadie pensaba que era posible que lograran la independencia de un país y que lograran guiar un país libre. Pero lo hicieron. Y en 1822 ocuparon la parte del territorio de Santo Domingo Español, que continuaba siendo francés.

 

En medio de ese rebú, un 26 de enero de 1813, nace Juan Pablo Duarte, quien tuvo la oportunidad de viajar desde muy joven y conocer otros países. Entonces soñó con ver a Santo Domingo Español independiente de toda potencia extrajera. No quería solamente liberarlo del gobierno haitiano: tampoco quería que fuera francés ni español. Quería «un país libre y soberano de toda potencia extranjera».

 

Cuando Juan Pablo nació su papá era comerciante. Hasta hace poco se podía visitar el almacén que fue propiedad de su familia ubicado en la calle Las Atarazanas, en la zona Colonial. Pero ahora está en reparación y no puede ser visitado. Aunque Juan Pablo tenía en su familia el dinero que necesitaba para vivir muy bien, él no se conformó con eso. Pensaba en todas aquellas personas que padecían necesidades en un país con un sistema de gobierno y unas costumbres en contradicción.

Lo primero que pensó fue convencer a los vecinos de la ciudad Colonial que sí eran capaces de ver en este momento histórico una gran oportunidad. Para ello, conformó una sociedad secreta a la que llamó La Trinitaria. Porque había muchos guardias velando porque nadie se sublevara. Los nuevos gobernantes de la isla tenían miedo de que los franceses volvieran e intentaran hacerlos esclavos de nuevo. Y los descendientes de españoles nacidos en la isla, a la que llamamos criollos, tampoco se sentían parte de Francia ni de España.

 

Poco a poco la sociedad secreta creció. Muchos jóvenes se fueron integrando. Jovencitos y jovencitas que ni siquiera tenían necesidad económica, pero sí sueños de libertad e independencia fueron articulando toda la sublevación. Y sí: declararon la Independencia Dominicana el 27 de febrero de 1844.

 

Uno de los aspectos de la personalidad de Juan Pablo Duarte es que fue muy generoso y honrado. Su familia cedió todo el dinero que tuvieron en herencia al momento de morir su padre para comprar armas y comprar alimento para las tropas. Y era tan honrado que cuando le daban dinero para comprar alimentos para las tropas que estaban a su cargo, pues lo anotaba en un cuaderno y daba cuenta de hasta el último centavo.

 

Juan Pablo Duarte murió en Venezuela. Dicen que triste porque no pudo volver a la tierra que tanto amó. Hoy podemos dar un paseo por su casa Museo, ubicada en la Calle Isabel La Católica 308, Santo Domingo. Si quieres ir a una excursión escolar llama al teléfono del museo (809) 687-1436. Ahora están en remodelación de la casa. Pero en febrero estará lista. También puedes visitar el Altar de la Patria donde descansan sus restos de alma inmortal. Allí, en silencio podemos honrar a Juan Pablo Duarte, un joven que soñó y logró la independencia dominicana.