A Nicole no le daba rabia, pero algo parecido la molestaba cada vez que hablaba y la hacían repetir sus palabras. ¡Parecían sordos! Hasta sus tías gozaban con su problema de dicción. De todos los sonidos del abecedario, algunos le faltaban y por obligación, para poder dialogar hasta consigo misma, tenía que sustituirlos por otros. Ella había elegido la “te”, pero ¡que brega! Ca, que, qui, co, cu y Ka, ke, ki, ko y ku, eran siempre ta, te, ti, to, tu en los labios de Nicole.
Por ejemplo, donde había que decir “casa”, ella decía “tasa”; si era el nombre “Hércules”, pronunciaba “Hertules”, “Quiko”, “Tito”… y si había que decir “loco”, era inevitable, Nicole pronunciaba “loto” con lo que no insultaba a nadie aunque se esforzaba y terminaba recordándole ese juego tonto de la esperanza. Un día temprano, apareció un cuervo en el vecindario. Su plumaje negro lustroso, a lo lejos relampagueo sus destellos azul metálico y purpura. Como Nicole nunca había visto un cuervo, fuera de los libros, fue y le pregunto:
—¿Qué tlase de ave eres?
—¿Cómo? ¡Ah, me llamo “Cuervo” –contesto la criatura. -¿y tú?
—Yo me llamo Nitole, señor tuervo.
—¿Nitole? ¿Nitole? ¡Aaah! Nicole, ese nombre francés tan bonito. ¿Tu “tasa” es “atella” de “tolor” “tafe”? –pregunto el pajarraco burlándose de ella.
—Sí, ¿Tomo tú lo sabes?
—Treo haberte visto salir de ahí.
—Yo treia te tú eras una paloma negra, pero eres demasiado grande. ¿No eres de por ati. ¿Verdad?
—Nooo. Yo vengo de muy lejos. En realidad, soy vagabundo.
—“Jamás nosotros seremos vagabundos, vivimos del amor y de ilusiones. Ni tu ni yo iremos por el mundo pidiendo tompasion, tomo atel tuervo…” –canto Nicole sin poder contenerse.
—Espera, espera Nitole. Me refiero a que los cuervos habitamos en muchos sitios diferentes. Podemos estar en un desierto, en un bosque de pinos, en Canadá, en Siberia, en la Republica Dominicana…
—Eso es porte ustedes mismos son aviones, tlaro. Yo te vi hatiendo volteretas y atrobatias.
—¿Atrobatias? ¡Ah sí! Acrobacias, claro. Podemos lanzarnos en picado. Volamos en espiral. Caemos como un rayo negro y avanzamos a toda velocidad con los movimientos del aire.
—Sí, yo sé. Mi abuelita me lee un libro de historias biblitas donde dice te tuando el Diluvio, Noé soltó un tuervo en el arta para que le dijera si había dejado de llover.
—Ay si, ese fue mi primer antepasado. Pero, ¿tú sabes en qué consiste nuestra verdadera fortaleza? –interrogo astuto.
—En que tomen de todo. –exclamo la muchachita y salió corriendo hacia la puerta de las ruinas, justo cuando su tía Nana la venia a buscar. El cuervo las miro abrazarse con cierta tristeza. La niña le había tocado algo ya dormido en su corazón de ave. Suspiro con su pico de córvido y empezó a arañar la tierra en busca de comida. Frutos, semillas, nueces, carroña, animales pequeñas y desperdicios. Los cuervos no son melindrosos y como dijo la niña: “’Tomen de todo”. Mientras tanto, en la casa de Nicole, nadie le hizo caso cuando dijo que había un tuervo en las ruinas y que hablaron muchísimo. Esa niña tenía una imaginación fuera de lo común. La sorpresa vino cuando, días más tarde, sintieron el inconfundible aleteo de un pájaro grande en la sombra del patio. Acudieron con asombro y distinguieron el maravilloso cuervo del que hablaba Nicole. Entre sus fuertes garras, un montoncito de letras tintineaba como un llaverito de acero. Una “Ca”, una “Que” una “ki”… ¡todas las letras que Nicole no podía pronunciar se hallaban en el obsequio del amigo alado que la dejo caer remontando el vuelo hasta perderse en el cielo sin tiempo, mientras Nicole voceaba con el llaverito en las manos:
—¡Adiós amigo cuervo. Que te vaya bien! ¡Recuerda pasar por aquí cuando regreses! ¡Corre, vuela! ¡Cuidado con las acrobacias!