Escrito por: Iván Payano
Era sábado en la mañana. El hombre miraba a su hijo de año y medio. El pequeño miraba todo con curiosidad. Muy cerca, la madre, que era cardióloga, atendía concentrada algunas llamadas de sus pacientes. Los médicos siempre deben estar disponibles. El padre la miraba y luego miraba al niño.
En esta comparación se dio cuenta de cómo el mundo del adulto se va desprendiendo de la infancia como los animales que mudan la piel.
El niño observaba las plantas y acariciaba sus hojas. Tocaba las flores y las olía. Perseguía los insectos que pululaban por allí.
Al tratar de atrapar una mariposa, ésta se posó en su dedo y el niño, asustado miró al padre, pero luego se volvió a la mariposa y su cara fue de admiración.
El pequeño se había asustado, pero al darse cuenta de que la mariposa no le haría daño, acercó más su carita para verla mejor y se quedó fascinado, por un ratito, viéndola.
El hombre comprendió que los niños entienden mejor cómo la naturaleza y nuestra propia vida son un don de la Creación. Para él, su hijo era un regalo y para su hijo la naturaleza era un regalo. ¡La vida es un magnífico regalo de Dios!
FIN