Escrito por: Karina Castillo
Los poemas de Eleanor Grimaldi muestran el mundo con la misma ilusión con la que lo hacen los niños, y se caracterizan por la variedad y riqueza en cada uno de los temas que trata.
Sus versos son un diálogo con la naturaleza, en el que nos cuenta sus propias vivencias con el mar, un barco de papel, las aves, insectos y tortugas, una chichigua, los libros, la madre, la casa de campo y hasta el azúcar, con esa dulzura que tiene «sabor de sabrosito melao, de pan de batata y jalao».
Para la autora, estas y muchas otras son sus fuentes de inspiración, acompañadas siempre con la ternura de los ojos de niño, como la que sentimos cuando dice:
«Tus ojitos
son pequeños
no se pueden cerrar.
Porque la luz
de la luna,
los quiere
ya acariciar.»
Otra cualidad que tiene la poesía de Eleanor es que, como los cristales, refleja vívidas imágenes, que permiten al joven lector identificarse, como en el poema del mar Caribe:
«con tus olas
calientas
mi corazón.
das calor
a tu tierra
¡y una gran frescura
al sol!
Eleanor nos invita también a navegar, usando nuestra imaginación. ¿Quién no recuerda haber hecho un barco de papel y jugado con él, lanzándolo sobre el agua, pensando cuán lejos podría llegar?
«Barco de papel,
si eres mago
no dejes más huella
en el mar.
Aléjate y no vuelvas
hoy, mi barco,
que ¡quiero verte
lejos navegar!»
Sus versos son escritos con amor y muestran su pasión por el mundo que le rodea. Hace especial énfasis en las aves de nuestro país, cuando canta al «barrancolí, la tórtola y codorniz, al canario, y la cigua», enseñando con ella a los jóvenes lectores estos elementos de nuestra hermosa fauna, mientras evoca sentimientos humanos, como en el poema «La gaviota», en donde nos dice:
«…vuelas tan alto
hacia el cielo
¡y eres un ave feliz!»
Y es que, como ellas, Eleanor vuela con ingenio y creatividad, buscando la belleza interior de las cosas con candor y frescura. Ella, como la oruga, teje sus versos en un capullo y nos lo entrega:
«Al gusanito
de seda,
se le ocurrió
hacer un hilo.
Hilo fino
que sirvió
para tejer
un invento.»
Y así como la seda, en caricias del viento ella nos susurra entre flores, con versos cargados de musicalidad:
«Y escucharé tus sonidos
en la canción del amor
y la iré repitiendo
entre orquídeas y tulipanes
para que suene muy lejos,
allá en el horizonte».
Sin embargo, la cualidad que más destaca en los poemas de Eleanor, es su generosidad, la misma que nos entrega en su canto de poetisa y maestra, y con la que nos invita a escribir también, motivándonos de esta manera:
«Si tú escribes versos,
que sean de gozo,
no de tristezas,
que te hagan llorar
por toda la noche.
Si tú escribes versos,
escúchame bien,
recuerda escribirlos
¡para mí también!»
Agradecemos a Eleanor Grimaldi por escribir estos versos, inspirarnos con su viveza y permitir ilusionarnos, a través de sus cristales.