Escrito por: Fuáquiti
Por Félix María Samaniego
En una pequeña fragua, vivía un reconocido herrero junto a su perro preferido, un pequeño ejemplar que le hacía mucha compañía.
Mientras él se encontraba trabajando todo tipo de metales, su perro dormitaba plácidamente en un rincón; pero cuando el olor de la comida del herrero se extendía por todo el lugar, el perro abría los ojos y se aproximaba moviendo su rabo, intentando que su dueño le regalara algún pedazo de su deliciosa comida.
El herrero, queriendo comprobar la fidelidad del animal, aparentando estar enfadado por su comportamiento y le dijo:
– ¡Diminuto haragán! No sé qué es lo que voy a hacer contigo. Cuando me concentro plenamente en mi trabajo, estás durmiendo tan profundamente que no parece que haya nada en el mundo capaz de despertarte; sin embargo, en cuando el olor de mi comida llega hasta tu nariz, te levantas rápidamente y vienes a mí con tu cara de pena a mendigar un trozo de mi comida.
¿Es que desconoces que todo aquel que no realiza ningún tipo de trabajo tiene vetado el derecho de ser alimentado?
MORALEJA
Quien no se esfuerza, no puede esperar una recompensa por su trabajo.