A+ A A-
A+ A A-

El día que mudé mi primer diente

Escrito por:

 

Traducido por Zoyla Ramírez

Cuando mi primer diente de leche se aflojó me dio mucho miedo. Cada vez que yo comía, sentía que mi diente se ponía más flojo y parecía que se iba a salir.

En cuanto mi papi llegó a la casa, salí corriendo para contarle.

—¡Papi, papi, mira mi boquita, mi diente está flojito y se quiere salir!  —dije. Papi revisó mi boca y tocó mi diente.

—Hum…. hum… —respondió—. Es necesario que este diente de leche salga y lo mudes para que le dé espacio a tu nuevo diente de hueso.  Tenemos que cuidar mucho al diente nuevo pues se va a quedar contigo para toda la vida.

Yo, muy atenta, le escuchaba.

—Cuando mudes este dientecito, el Hada Madrina de los Dientes de Leche te traerá un regalo.

—¿El Hada Madrina de los Dientes de Leche? —pregunté.

Yo no sabía que existía el Hada para los Dientes de Leche.  Yo solo había escuchado hablar de las hadas en los libros de cuentos encantados. No lo podía creer. ¡Guaooooo, a cada rato me tocaba mi diente para ver si estaba ya flojo para salir, pero no!

Y, así, pasaron los días.

Una mañana de día de escuela, a la hora del almuerzo, mi maestra observó que yo no comía.

—¿Gaby, —preguntó— qué te pasa que no has probado tu comida?

—Tengo un diente flojo y tengo miedo de masticar —dije.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó. Y yo dije que sí.

Entonces muy amorosamente, mi maestra me tomó de la mano y caminó conmigo hasta el baño de la enfermería.  Allí, se lavó las manos y las cubrió con unos guantes.

—A ver, Gaby, abre la boquita, por favor.

Muy suavemente me tocó el diente flojo y ¡zam!, ¡el diente flojo se quedó en sus manos! Yo había estado con miedo, porque yo creía que me iba a doler mucho. Pero no sentí nada, solo brotó un poquito de sangre. Mi maestra me dijo que me enjuagara la boca varias veces y me tranquilizó:

—Ya todo pasó, Gaby, nada te va a suceder.

Cuando regresamos al salón de clases, les sonreí a mis amiguitos, pero ellos empezaron a reír.  Yo no entendía por qué se reían de mí y me puse a llorar.suplemento-2-edicion-48

Entonces la maestra enseñó mi dientecito a toda la clase. Luego, sacó un libro que tenía un dibujo de la boca. Les mostró todos los dientes y las muelas y nos contó sobre la importancia de mudarlos.  También anunció que todos los niños de la clase iban a mudar sus dientes.  Y, luego, iban a tener una linda «ventanita» como yo, para que al salir el diente de hueso, tuviera el espacio donde colocarse para crecer.

Cuando la maestra terminó de hablar, empecé yo.

—¡Ventanita! ¡Ventanita! ¡Ventanita! —les grité feliz.  Y todos terminamos riendo.

Esa noche, cuando llegué a mi casa, les enseñé a mis padres y hermanas el dientecito. Después de hacer mis oraciones, mi mami me arropó y me contó cómo sucedía en su niñez.

—Cuando yo mudé mi primer diente, mi abuelita me dijo que era el Ratoncito Pérez el que me traería un regalito; pero por aquí son las Hadas de los Dientes de Leche las que traen los regalos —luego mi mami me entregó una fundita muy linda de tela de algodón, color rosa con una cinta color oro y agregó unas instrucciones que no debía olvidar.

—Gaby: deposita tu diente aquí y, luego, lo colocarás debajo de tu almohada.  Así, cuando esta noche llegue el Hada Madrina de los Dientes de Leche sabrá dónde encontrarlo.

Yo estaba muy contenta. Tanto, que esa noche me acosté más temprano. Le pedí a mi mami que dejara encendida la luz de mi lamparita para que el hada o el ratoncito no se tropezaran.

Al otro día encontré en mi bolsita siete dólares y una cartita que decía: «Gracias por tu diente de leche, ahora te regalamos uno nuevo para toda la vida, cuídalo mucho, tu Hada Madrina de los Dientes de Leche y el Ratoncito Pérez».

suplemento-3-edicion-48