Escrito por: Cosme Peña
Escuchaba recientemente al experto en entrenamiento personal y fitness Juan Carlos Simó decir: ‘‘que el descanso es parte del entrenamiento…’’ añadía, además: ‘‘Los atletas de alto rendimiento dentro de su preparación incluyen el descanso’’.
Manny ‘‘Pacman’’ Pacquiao en declaraciones antes de su combate contra el súper campeón Keith Thurman dijo que la única diferencia a sus cuarenta años radicaba que ahora su cuerpo necesita más tiempo para recuperarse de los entrenamientos. Por consecuencia necesitaba más descanso.
Esta sociedad postmoderna vive constantemente acelerada, pisando a fondo el acelerador del carro de la vida, tal vez sea tiempo de reflexionar sobre la importancia de la desaceleración; al final esta carrera desenfrenada será detenida bruscamente por los infartos u otras enfermedades catastróficas y con ellas vendrán las frustraciones e inconformidades.
Se infravalora el tiempo para el descanso; incluso se ha llegado a considerar como una afrenta, se le compara con la haraganería. Nada más incorrecto e injusto. Toda la naturaleza dispensa un espacio para el descanso. El mismo Dios cuando terminó la creación descansó (Génesis 2:1 al 3). De ahí que para tener una mejor salud física, emocional y mental es vital darse una tregua a las jornadas laborales.
Con el descanso se mejora la memoria, el cuerpo se desinflama, se fortalece el sistema inmunológico, se preserva el equilibrio tricotómico del ser.
Narra la historia del encuentro del gran conquistador Alejandro Magno con Diógenes, aquel filosofo que vivió como un vagabundo en las calles de Atenas. Alejandro quería conocerlo personalmente, probar su sabiduría; lo encontró recostado a la orilla del río, le preguntó, ¿qué podía hacer por él?, le hablaba el hombre más poderoso sobre la faz de la tierra, sus deseos serian realizados; el filósofo sin inmutarse le dijo: que te muevas un poco al lado; me estás impidiendo tomar el sol, solo eso, no necesito nada más.
Alejandro impactado por la personalidad de Diógenes pidió a los dioses que si volviera a nacer que no lo hiciera como Alejandro Magno, sino como Diógenes. El filósofo imperturbable se rio y le preguntó: ¿Qué te impide serlo ahora? -ahora debo conquistar el mundo, luego que lo conquiste voy a descansar-. Diógenes volvió a reír y le dijo: estás loco; yo descanso ahora y no he conquistado el mundo, ni me interesa hacerlo. Si al final lo que quieres es descansar, ¿por qué no lo haces ahora?
Alejandro, guardó silencio, continuó su camino, conquistó el mundo, pero nunca pudo descansar. La muerte le sorprendió.
Amable lector, correr sin descanso y peor aún contra los demás siempre traerá insatisfacciones, porque siempre alguien en algún aspecto de la vida irá por delante; sino observa las autopistas por más rápido que conduzcas siempre encontrarás algún vehículo delante, entonces la carrera en que mejor te iría es aquella donde tu enfoque no sean los que tengas al frente o al lado sino al que tienes dentro; esforzarte en sacar hoy una mejor versión de ti mismo que la presentada ayer.
Hace más de dos mil años el maestro de las parábolas de amor, le dijo a una multitud ‘‘Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso’’ (Mateo 11:28). En este descanso encontrarás paz y tranquilidad para tu agobiada alma. El maestro lo ha prometido, millones la experimentan día tras día. ¿Y tú que esperas?
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