Escrito por: Raúl Pérez
Toda la gente tiene su pasado y su presente. Por respeto elemental se prefiere hablar del sobreviviente, aunque se mantenga muy presente un amigo o familiar fallecido.
El pasado y el presente tienen sus cosas buenas y malas en cada persona. Cosas que disfrutar con el recuerdo, y cosas que lamentar o intentar borrar al traer a la memoria.
Sobre el pasado y el presente, las fotos que muestran a cada individuo, generan reacciones curiosas. Si se trata de una foto de muchos años atrás, esa persona ya envejecida, se considera una “la foto vieja”.
Los términos “joven” y “viejo” son relativos, valga la aclaración. Hay viejos con menos de 30 años y gente con 70 a quienes le dicen “tú eres un muchacho.”
Muchos añoran llegar a los 90, porque a esa edad se muere muy poca gente, sin darse cuenta que eso sucede porque a “esas alturas” sobrevive muy poca gente.
La década entre los 80 y 90 años evidencia la “huella de los años”, aunque existen quienes están más cerca de 80 que de 90. La diferencia se siente con el espíritu de la gente, la vocación de trabajo que conserva, su ánimo para asistir a encuentros sociales, y participar en actividades recreativas, etc.
El buen humor y el temperamento jovial y ameno, ayuda a que aparente “más joven” gente “entrada en edad”.
La evolución en los “mayorcitos” concita más comentarios entre quienes frecuentan la
“evaluación”, apuntando a comentar que “Fulano está igualito” o que mengano “se mantiene joven”. “El peso de los años” surte sus efectos desde que “pasan los 70”.
Cuando se habla de un “viejo cascarrabia”, es que el
temperamento lo “hace ver más viejo de la cuenta”.
Respecto a las fotos como testimonio de mejores tiempos, es obvio que “el tiempo que se va no vuelve”. Y que plátano maduro no vuelve a verde”.