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DesBacho de PRENSA

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Las adivinanzas

Las adivinanzas antecedieron a los colmos, al “en qué se parece…”, al “qué le dijo…” y al “sube y baja el telón”. Observe lo escrito por Armando Jiménez sobre las adivinanzas en su obra “Picardía mexicana”.

A últimas fechas han alcanzado gran éxito, periódicamente, diversos géneros de rompecabezas que andan en labios de gente de todas las clases sociales y cuya duración es efímera: cinco o seis meses como máximo. Son a veces de origen nacional y a veces importados, pero aquí les invitamos nuevas formas y miles de variantes. En el año 1930 tuvieron auge los colmos, en 1935 los parecidos, en 1942 los que le dijo y en 1955 los telones. Vamos a ocuparnos de los cuatro géneros de adivinanzas mencionados.

Previamente explicaremos que ellas pasan siempre por el proceso siguiente: nacen más o menos puras, ingenuas y candorosas; a continuación se reproducen por cientos; éstas corresponden a la primera etapa. Luego experimentan una transformación de madurez, pierden ingenuidad y se vuelven picarescas; es  la segunda etapa. Después florecen al introducirse en ellas la mordacidad; es la tercera etapa. Por fin, declinan y la gente las olvida.

Estos acertijos los decimos tomando en cuanta la cantidad de nuestros interlocutores, la poca o mucha confianza que nos establece límites o nos permite licencias, avivamos o amortiguamos su color con objeto de no colocarnos fuera de sitio, ni parecer tímidos o demasiado desenvueltos, en un ambiente en que la timidez toma apariencias de chocante hipocresía, y la excesiva desenvoltura es atrevimiento cuya grosería desconcierta y abochorna.

Los colmos surgieron en la época en que la radio tomaba gran incremento, no utilizada aún para propagar chistes (generalmente de mal gusto) como se hace hoy a través de ella y de la televisión. Sea lo que fuere, esas adivinanzas alcanzaron enorme popularidad, a tal grado que constituían tema infalible de conversación en todo género de reuniones. Era una época tranquila, alegre, sin muchas preocupaciones; se bailaba charlestón al compas del ruidoso jazz; los hombres usaban pantalón balón; las mujeres, pelo cortado a la bob, vestido con falda muy corta y talle ajustado marcando la carencia de formas, que era el súmmum del atractivo, de la fascinación y del encanto femeninos.