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Desbacho de prensa

Escrito por: Raúl Pérez

Las reacciones mientras se viaja por aire mar y tierra, segunda parte

La vía marítima para viajar tiene características tan peculiares como viajar por tierra, en avión o por internet.

El mar es objeto de historias de toda índole. Mientras es atractivo para unos es rechazado por otros.

Pero es una tentación permanente u ocasional para unos y otros.

Y por eso, no es casual que muchos añoran abordar un barco, un bote o una yola para “saltar el charquito”.

Tengo un amigo entrañable que al concluir sus estudios en tierras muy lejanas, decidió regresar a nuestro país, “haciendo tierra” en varios puertos de Europa y América. Narra algo como lo que sigue:

“demasiado fuerza, demasiado azul, demasiado, demasiado cielo, demasiado agua, demasiadas estrellas y demasiado oscuridad, al caer la noche”.

“Y todo esto, inmensamente grato, juego con nuestra imaginación en las proporciones, con una tendencia a empequeñecernos. Nos mueve ya con toda la ternura de la madre mimosa, ya con toda  brusquedad de la enemiga. Nos brinda la intocable belleza y la grácil compañía de olas y peces, vientos y luna con el amor de la hermana naturaleza”.

“Nos deja en la inmensa soledad del desierto y nos acompaña en la franca conversación de la naturaleza. Nos dirige y nos vomita con toda la gula y la esencia de la eterna naturaleza. Nos bendice y nos exorciza con todos los ritos de la diosa naturaleza. Nos coloca ante nosotros mismos”.

“El mar es la forma que asume la naturaleza para que sepamos que ella es también nosotros”.

Viajar por tierra comienza o termina con la limpieza de los vidrios a cargo alguien que de repente provoca reacciones adversas. Es un fenómeno social que refleja la exclusión expresa para los no favorecidos por una educación continuada y orientada a grados superiores.

En las intercepciones de las principales arteria urbanas, los niños y adolescentes se abalanzan a limpiar los vidrios delanteros y traseros: en los tapones al encender el rojo del semáforo.

La reacción más frecuente es que el conductor rechace de manera automática la limpieza del vidrio, y a quien lo limpia. Si paga por el “servicio” es a regaña dientes.

En todo caso, independientemente del gesto de la reacción, la limpieza continúa su agitado curso en uno u otro vehículo, en uno u otro lado o sentido de la circulación.

A propósito del desplazamiento vehicular, un actor venezolano que vivió hace décadas en nuestra capital, al volver unas vacaciones en Caracas me preguntó: ¿cuál es la mejor descripción de un segundo?.

Al no dar en el clavo con la respuesta, me quedó rendirme:

El acto me ofreció de inmediato:

“Un segundo es el tiempo transcurrido entre el encendido verde de un semáforo, y el bocinazo del desesperado que viene detrás”