—Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla.
—¡No, Roja!
—¡Ah!, sí, Caperucita Roja. Su mamá la llamó y le dijo: «Escucha, Caperucita Verde…».
—¡Que no, Roja!
—¡Ah!, sí, Roja. «Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta piel de papa».
—No: «Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel».
—Bien. La niña se fue al bosque y se encontró una jirafa.
—¡Qué lío! Se encontró al lobo, no una jirafa.
—Y el lobo le preguntó: «¿Cuántas son seis por ocho?».
—¡Qué va! El lobo le preguntó: «¿Adónde vas?».
—Tienes razón. Y Caperucita Negra respondió…
—¡Era Caperucita Roja, Roja, Roja!
—Sí. Y respondió: «Voy al mercado a comprar salsa de tomate».
—¡Qué va!: «Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero no recuerdo el camino».
—Exacto. Y el caballo dijo…
—¿Qué caballo? Era un lobo.
—Seguro. Y dijo: «Toma el tranvía número setenta y cinco, baja en la plaza de la Catedral, tuerce a la derecha, y encontrarás tres peldaños y una moneda en el suelo; deja los tres peldaños, recoge la moneda y cómprate un chicle».
—Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo. Los enredas todos. Pero no importa, ¿me compras un chicle?
—Bueno, toma la moneda.
Y el abuelo siguió leyendo el periódico.
Tomado de:
http://bpcd-rodari.blogspot.com/2013/08/cuento-caperucita-roja-por-gianni-rodari.html