Desde hace unos años, se percibe a nivel global una inseguridad que va in crescendo. Y no es solo la del ladrón que te asalta. Se habla de multitudes en las calles, llenando plazas y vías con un solo clamor: GOBERNANTES, EJERZAN CON JUSTICIA. GOBERNANTES, SEAN RESPONSABLES. No ponen eso en las pancartas, pero es un grito desesperado porque los ciudadanos no estamos hechos para coger piedras, ni otros objetos con fines violentos. Estamos educados para estudiar, trabajar, vivir.
Sin embargo, se siente el descalabro. «Descalabro» es una palabra que se nos estruja hasta lastimarnos. Descalabro económico y moral de
un sistema que ni siquiera quienes
lo sostienen, logran justificar.
Algo inexplicable es que en nuestro país, a pesar de los avances y el crecimiento económico, el problema energético no haya sido resuelto del todo. Algo inexplicable es que cada mes, los precios del combustible y el gas se incrementan ante nuestra impotencia. Algo inexplicable es que la Ley de Salarios tarde más de lo conveniente en materializarse y que provoque tantas polémicas para dejarnos apenas topaos con nuestros problemas diarios de consumo.
«¿Hasta dónde aguanto?», te preguntas cada día, buscándole lo positivo al agobio, mientras te bailan en la cabeza las cuentas del colegio de tus hijos, el arreglo del carro (si lo tienes) y la lista del supermercado, o el alquiler. ¿Habrá otra forma de mirarlo?
Se ha escrito mucho sobre mirar las cosas con otros lentes. Llama la atención la visión asiática, que de un modo u otro le pone filosofía a la desesperación. Por ejemplo, (y de esto se ha escrito mucho, pero hay gente que necesita saberlo para continuar): en chino, la palabra «crisis» se traduce como 危机 (Wei Ji). Es una palabra formada por dos caracteres: lo primero, Wei, quiere decir PELIGRO y lo segundo, Ji, significa OPORTUNIDAD.
Y es en estos momentos, en que te pedimos encender y mantener la chispa de tu entusiasmo para que no dejes de brillar en medio de las adversidades. Para que conviertas en fortaleza tus debilidades y sientas la energía que formas junto a todas las personas buenas de este mundo que lo que quieren es progresar a través de sus estudios y trabajos.
Un ejemplo de ser protagonistas del cambio lo suponen las marchas verdes que han teñido el país de esperanza: la esperanza en un pueblo que de pasivo no tiene nada y que –ante el peligro– aprende a encontrar las oportunidades para dejar de vivir, algún día, en medio de tanta crisis.
Es que estamos llamados a hacer la diferencia. A responder con una sonrisa de sabiduría y a buscar dentro de lo que tenemos, la oportunidad de actuar con justicia e inteligencia. Los poderosos tienen el deber de ser justos y responsables. Nosotros debemos mantenernos alerta y dispuestos a construir el país que queremos para nosotros y las futuras generaciones.