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Lo que viene y lo que va

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Entre chapuzón y chapuzón, no debemos olvidar, que los escolares no tienen la culpa de que los maestros y el Ministerio de Educación hayan atravesado un año escolar difícil. Porque si de recuperar clases se trata, no podemos gaguear ni titubear.

 

Extender el calendario académico quiere decir que los contenidos que no se han podido pasar a los estudiantes, deben ser convertidos en horas lectivas, pues la nación no se forma jugando dominó en la esquina ni echándole un San Antonio al destino que no te favoreció con un palé.

 

La educación en la familia, es un tesoro, es una inversión y es una tabla de salvación para todo el vivo, en especial para quienes no heredaron la suerte de formarse en un hogar donde el estímulo intelectual se transmite de manera privilegiada, ya con padres intelectuales, ya en colegios de pago.

 

Para la mayoría, aún con suerte de recibir educación de hogar gracias a par de padres, o de uno de ellos (en la gran cantidad de familias monoparentales), es una chepa contar con la sabiduría adquirida por inteligencia natural, más que por formación académica, y eso debería constar también en los registros de Mangú Power, o díganme cómo es que sobrevivimos contra viento y marea: cómo es que nos las ingeniamos convirtiendo los cartones en material de construcción, y la hojalata en ladrillo. Pero que por circunstancias se imponga mermar lo que ya está menguado en la formación de los menores… ¡No, no y no!

 

Los 37 distritos escolares que fueron afectados con paros de docencia, deben acogerse al plan de recuperación de horas de clases perdidas y ya con los trajes de baño guardados, imitar a las abejas: siempre haciendo su labor. Así mismo deben hacer los estudiantes dominicanos junto a sus profesores. ¡Gocen mucho y gasten poco, pero el lunes pa’ la escuela sin muela!