Al expresidente Joaquín Balaguer, que debe estar descansando el sueño eterno al lado de los asesinos de sus gobiernos ilegítimos, dijo una vez que la Constitución era solo un pedazo de papel. Tremendo escándalo ese. Y la Historia aún no se lo ha perdonado. Y claro que la Constitución impresa está compuesta de muchas hojas de papel, pero no debe ser tratada como rollo de papel de baño o servilleta. En sus páginas están impresas las ideas que dan estructura a nuestra democracia.
Claro que la Constitución puede ser cambiada, en el sentido de que los pueblos van cambiando las leyes que norman la vida de sus ciudadanos. Una Constitución que fue cambiada para bien, fue la Constitución de 1963, la más avanzada de su época en toda América Latina y que –de tanto defender al pueblo y las causas de interés colectivo–, le «picó» a quienes no veían ventajoso perder sus privilegios. Por ello, en parte, el gobierno de Juan Bosch fue acosado hasta culminar en un golpe de Estado. Y por ello, el pueblo y hasta los mismos militares constitucionalistas, pelearon en abril de 1965.
Cuando el gobierno de turno quiere cambiar la Constitución porque le resulta conveniente para su permanencia o porque los beneficiarios directos de estos cambios son los funcionarios y no los ciudadanos, hay un problema. Y un pueblo debe ser responsable de su destino, así como un ser humano debe preocuparse por dirigir su propia vida. Tendremos un montón de condicionantes fuera de nuestro deseo, pero haremos todo cuanto sea posible por mantenernos por el camino que hemos trazado.
Nuestro pueblo debe seguir una ruta de estudio y lectura. Porque solo así evitamos que fuerzas externas manipulen nuestro destino. ¿Cómo defenderemos lo que merecemos si ni siquiera sabemos qué merecemos y qué ley nos protege y a qué estamos obligados?
Cuando veo estudiantes caminando hacia su escuela, con sus uniformes y sus risas inocentes, lo disfruto. La gran mayoría va obligada porque la ley manda que asista a la escuela. Y la Ley dominicana obliga a que asista porque debemos garantizar que el pueblo sepa lo que merece y esté educado en una serie de conocimientos que entendemos necesarios para llevar una vida digna y cuyo destino prometa mayor estabilidad. La salud, por ejemplo, depende en gran parte de la educación. Una persona educada puede cuidar mejor de sí y de quienes le rodean.
Si tú, que nos lees, quieres hacerle un favor al mundo: no desperdicies el tiempo. Coge un libro y coge un curso, no dejes nunca de estudiar. Dejar de estudiar es dejar de crecer. Por eso el Artículo 63 de nuestra Constitución indica que la educación es obligatoria desde el nivel Inicial hasta el nivel Medio. Penosamente, no todas las escuelas públicas garantizan acceso a nivel Inicial y es el Estado quien está obligado a darlo. ¿Sabe cada familia que tiene derecho a que sus peques reciban educación Inicial? ¿Y sabe que tiene derecho a recibir educación especial en los casos que sus niñas y niños así lo requieran?
Si la Constitución es o no es un pedazo de papel, lo iremos definiendo en la medida en que somos capaces de comprometernos: informarnos y estudiar; así como mandar a «los polluelos» a la escuela y supervisar su desempeño. Exige al Estado y cumple con tus obligaciones. Eso es hacer respetar la Constitución dominicana.