Cuando me disponía a escribir estas palabras, me senté sobre el cable de la computadora. Hasta que no sentí el «corrientazo», no advertí que el cable estaba pelado. Y ahora hay que ponerle remedio o me dará azotes eléctricos otra vez. Ese testimonio se me parece a lo que ocurre con la corrupción: una vez nos dimos cuenta de que nos dio el «corrientazo», hemos de poner remedio. La cuestión es cómo.
El doctor Subero Isa, expresidente de la Suprema Corte de Justicia y quien estuvo en el cargo durante 14 años, confiesa: «ni en el actual Gobierno ni en los anteriores ha existido una política estatal en contra de la corrupción administrativa, a pesar de tener los mecanismos de control para combatirla».
El año pasado tomé unas clases de verano en una universidad estadounidense, en New Hampshire. Allí frecuentaba la piscina como ejercicio rutinario. Un día, en uno de los baños encontré, sobre un lavamanos, unas gafas de sol. Alguien las olvidó, pero a nadie se le ocurrió llevárselas. Los lentes de sol estuvieron día tras día en el mismo sitio. ¿Moraleja? Debemos optar por la honradez sin que pensemos que lo estamos haciendo para evitar prisión. Por amor propio. Por ejemplo a nuestros hijos. Por principio. Por religión. Por lo que se quiera.
La corrupción, en nuestro país, es como un cáncer que se come el cuerpo. Las organizaciones sociales que se lanzaron a la calle, en compañía de ciudadanos que atendieron al llamado, deben ser como el dolor cuando nos indica que al cuerpo le pasa algo. Pero no es la medicina. Porque aunque esté en nuestras manos rebelarnos ante los actos de corrupción y demandar el castigo a los responsables, al final del día, ¿quién tiene la cura? Hago el cuento largo porque un 9 de febrero de 1823 nació Ulises Francisco Espaillat Quiñones, expresidente de la República Dominicana, a quien se le admira y reconoce al día de hoy como uno de los políticos más honestos que han pasado por el Gobierno de la República. Una parada del Metro lleva su nombre, y con razón, pues lo merece.
El problemita viene porque un exsecretario de Educación y expresidente de la República llamado Joaquín Balaguer también tiene su parada de Metro. Y mira qué ironía: quien tan poco hizo por la educación dominicana, y con tantos estudiantes asesinados bajo su gobierno, también tiene su paradita de Metro. Y de la corrupción en los gobiernos balagueristas, mejor ni hablemos, que no hay espacio para tanto.
Pues bueno, ¿qué mensaje mandamos al pueblo si buenos y malos tienen la misma corona? En esto nos identificamos con el Dr. Subero Isa: sin un sistema lógico de consecuencias, la corrupción no se acabará. Por eso pregunto, ¿quiénes son los detenidos por el caso de la Odebrecht?