POR: Luis Reynaldo Pérez
Es inaudito e injustificable que en el país aún queden damnificados del huracán David, ocurrido en 1979, y que vivan en condiciones infrahumanas en los barracones de Canta la Rana casi 40 años después de que ese devastador fenómeno atmosférico tocara suelo dominicano. Desde esa fecha han pasado diez períodos de gobierno (más un año del actual) en los cuales no ha podido resolverse la situación de estos dominicanos que lo perdieron todo. ¿Qué ha pasado con el plan de reconstrucción de viviendas? ¿Quiénes ocupan los apartamentos construidos por Joaquín Balaguer y Leonel Fernández?
Es inaudito e injustificable que aún haya comunidades reclamando el servicio de agua potable, necesario para el buen desenvolvimiento de sus actividades diarias. No es posible que los moradores de La Cuaba, distante a menos de 50 kilómetros del Centro de los Héroes, lugar donde está el Congreso Nacional y parte de la administración pública, estén reclamando este líquido vital desde el año 1982.
Es inaudito e injustificable que el pan de la enseñanza no llegue a todos por igual. No se justifica que en pleno siglo XXI y mientras desde el gobierno se habla de “Revolución Educativa” y de “República Digital” en la comunidad de San Luis, alumnos reciban clases bajo los árboles del patio del plantel porque no hay aulas suficientes para albergarlos a todos.
Es inaudito e injustificable que la gran mayoría de hospitales públicos no tengan condiciones mínimas para atender y paliar las situaciones de salud que se le presentan al dominicano humilde que no puede costear los precios altísimos de los centros privados.
Es inaudito e injustificable que la impunidad, la corrupción, “el romper la soga por lo más fino” se hayan institucionalizado en la República Dominicana.
Un Estado que no cumpla el mandato constitucional de proteger y respetar la dignidad humana y de suministrar los medios de que sus ciudadanos progresen en igualdad y equidad es un Estado fallido. Ni más ni menos.
Ojalá las autoridades tengan la visión de corregir el rumbo de este barco que se hunde en la descomposición social que abre una brecha de desigualdad que va agigantándose con el paso de los años. Aún estamos a tiempo.