Quien se haya montado en una guagua voladora o alguno de sus «familiares» más cercanos, sabrá de inmediato a la sugestión a la que está sometida la población que depende del terror impuesto por la mayoría de los transportistas, quienes –armados de violencia verbal y física– acaparan rutas y puntos geográficos a costa de la seguridad de los pasajeros, a quienes tratan como carga de berenjenas.
En estos días leí siguiente en el vidrio de atrás de una guagua voladora: «Yo me busco lo mío y haré cualquier cosa para defenderlo». En la frase comprendí la amenaza implícita. La aplicación de la psicología del terror. Incluso vi hace muchos años a dos cobradores halando por los brazos a una señora que, al parecer, no la dejaban elegir y se vio envuelta en una escena que no hace gracia.
También hemos visto a choferes que sacan todo tipo de armas blancas y con ellas creen que protegen lo que creen que es suyo y no lo es. Lo cierto es que el transporte cotidiano que toma un pasajero dominicano, debería ser otra cosa. Por ejemplo, ser un espacio colectivo en el que se respete a la mujer, que muchas veces es víctima de abusos. Ser un espacio que te lleve y traiga sin que tu cabeza se esté saliendo por la ventana. Ser un espacio donde sientas la certeza de que el chofer no anda borracho o drogado, al margen de que debería ser depurado para ejercer la responsabilidad de transportar familias.
¿Hay que contar de dónde viene la expresión «voladora»? ¿De verdad merecemos montarnos en un vehículo en el cual el chofer maneje con la conducta de un «come gente» , a quien no le importa que la vida de quienes lleve se ponga en peligro? Porque supongo que quien lee estas líneas no necesita informes de la AMET para constatar cómo giran, rebasan, se cruzan en rojo o frenan encima de ti porque andan a la caza de un pasajero.
Debemos aclarar que manejar una voladora o conducir cualquier tipo de transporte público no te hace un «come gente». También cada uno de nosotros ha sabido lo que es tener buenas experiencias. Choferes que te han sabido llevar aun cuando no tienes con qué pagar el pasaje, por poner un ejemplo. Choferes que andan de psicólogos o médicos cuando un pasajero con la cara de preocupación le cuenta sus penas. Sin embargo, un indicador de que una ciudad es moderna y sus habitantes educados, es ver en ella un medio de transporte que garantice la dignidad y seguridad de sus pasajeros. Que cumplan una función y la desempeñen adecuadamente.
Una vez salí a una reunión con un traje nuevo, y el resorte (spring) del asiento del carrito público, me rasgó la ropa nueva y llegué rota y cortada al destino final. Eso sin mencionar ejemplos de personas que han tenido experiencias de verdadero vértigo. Miles de personas son como quien escribe estas líneas: odian manejar. Sin embargo, no hacerlo genera tanto estrés y temor por cuanto de inseguro y mal planificado es el transporte urbano en este país, que vuelvo al guía pensando que entre dos males, se coge el mal menor.
El Estado debe regular la condición del transporte. Por ejemplo, hay vehículos de transporte público que pocas veces o nunca son desinfectados. Esta contaminación a la que se expone un pasajero, es un atentado contra la salud pública. Pero también el no saber a qué hora llegará a la parada una guagua ni qué tiempo se tomará para llegar a su destino, atenta contra un derecho del ciudadano.