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Editorial No.64

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Una paja en el ojo

 

Puede haber quien no comprenda que el entorno escolar es fundamental para garantizar una sociedad como la que soñamos y merecemos. Las escuelas son los lugares en donde recibimos a estudiantes desde chiquititos hasta que son jóvenes más fuertes que nosotras, las maestras que les formamos. Hace poco mi mamá recibió un reconocimiento del Ministerio de Educación por los 35 años de servicio magisterial que prestó. ¿Tendremos idea de cuántas personas mami tocó o formó en ese tiempo de ejercicio?

Aunque no soy maestra titulada en asignaturas básicas, sí soy maestra de enseñanza de escritura. Me formo en ello cada día y procuro compartir estos saberes a través de programas que me han llevado a un montón de escuelas a lo largo y ancho del territorio nacional. He tenido la triste ocasión de ver escuelas casi listas que no han sido entregadas a la comunidad porque les falta «electricidad» o aspectos de terminación que resultan incomprensibles.

Los escándalos de corrupción que ha parido la dudosa reputación de la OISOE, encuentran una acción concreta y frontal: el traspaso de funciones a una institución que debe garantizar la seguridad de la infraestructura que acoge a la comunidad educativa y la eficiencia de la inversión que el pueblo dominicano hace a través de las instituciones que les representa. Cada centavo que se gaste del fondo público, ya sea en una hoja en blanco o en una construcción millonaria, debe ser vigilado. Y debe haber sanciones ineludibles en casos de corrupción. ¿Persigue la ley a quienes construyeron las escuelas colapsadas?

La infraestructura de una escuela debe ser el lugar más seguro para proteger lo que estamos llamados a proteger. Es por ello que debe ser refugio comunitario en caso de huracán. Es por ello que debe garantizarse que no colapse por vicios de construcción, lo contrario puede ser traducido como una traición a la patria. Y la patria son nuestros estudiantes. Y estamos llamados a protegerles por encima de todo. Una escuela mal construida es una amenaza latente y podría causar la muerte de niñas y niños indefensos.

Del mismo modo, una escuela que no se termina y entrega, es mucho más que una espera insufrible. Produce ansiedad, baja la productividad, envía un mensaje negativo que afecta a comunitarios, generalmente de comunidades que ni siquiera saben a lo que tienen derecho para poder exigirlo… Cada persona juega un rol en la educación dominicana y cada una debe velar por ser más productiva. Las familias deben integrarse a la escuela. Y las instituciones estatales deben desempeñarse de un modo tal que no sea necesario contar cuántas pajas les caben en los ojos.