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Editorial 5 de abril 2018

POR: Fuáquiti

Jacqueline, joven profesional, ha ido a varias entrevistas de trabajo, su evaluación es excelente, pero no ha podido conseguir el anhelado empleo; acude al servicio de un coach, este al analizar su caso, le dice que su problema está en el contenido que tiene en las redes sociales. En Taiwán una encuesta entre recién casados, apunta que lo primero que hacen en la luna de miel-¡Sorpresa!- es ver sus redes sociales. La embajada americana está requiriendo a los solicitantes de visa, un formulario con los datos de las redes sociales a la que pertenece o ha pertenecido en los últimos cinco años, su usuario y contraseña, direcciones de correos electrónicos y números de teléfonos.

El reciente escándalo de Facebook, es un indicativo del poder que tienen estas empresas en nuestras vidas. Al facilitar información de más de cincuenta millones de sus usuarios a la empresa Cambridge Analytica, esta pudo manipular y difundir noticias falsas, que favorecieron la elección del hoy presidente Trump. Pudiéramos estar ante la mayor manipulación de masas en los anales de la historia de la civilización,  Joseph Goebbels el genio de propaganda nazi, mejor no lo hubiera dicho: “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá.”

Celamos nuestra privacidad, si alguien quisiera entrar a nuestras casas o habitaciones, no lo permitiríamos, nos sentiríamos invadidos, vulnerados.

Colocamos contraseñas a nuestros celulares para proteger la información que hay en ellos, sin embargo las entregamos voluntaria e infantilmente a estas grandes corporaciones, que se han convertido en el Gran Hermano (todo lo ve, todo lo vigila) como escribiera en su novela homónima George Wells. Es imposible poner un espía a cada persona, nos han puesto un celular. Lo que usted escribe y recibe, las fotos que sube, los lugares que visita, por más insignificantes que parezcan, definen un perfil, que es clasificado, catalogado y listo para ser servido a intereses inimaginables.

Es tiempo de retornar al contacto personal. Quien tiene un amigo tiene un tesoro (Eclesiástico 6:14), olvidar la cantidad de likes, y centrarnos en los abrazos, las conversaciones presenciales, bajar las revoluciones al día. Regresar a los valores cardinales de la amistad y la hermandad, quizás sea el mayor desafío de la humanidad. Apartarpor lo menos un día a la semana, para la familia, para uno mismo, sin las interrupciones del móvil, reunirte con ese amigo y familiar que tienes tanto tiempo sin ver, y disfrutar el presente, pudiera ser algo beneficioso. Cada día, un grupo mayor de personas, incluyéndome, lo estamos haciendo y de verdad se siente muy bien.