POR: Fuáquiti
El reciente debate de dos connotados dirigentes y políticos del partido del gobierno, ventilado a través de las redes sociales, del director de prensa de la presidencia Sr. Roberto Rodríguez Marchena y el Sr. Franklin Almeyda Rancier, Fuaquiti lo lee de una manera encantadora, uno le dice a otro que está ahí por un “chequecito”, el otro le responde que cobra doscientos cincuenta mil pesos sin trabajar. ¡Sí leyó bien!, pero ambicionamos como la mayoría de los de a pie, los pensionados, los policías honrados (los pocos que hay), las enfermeras y demás que nos quedamos muy cortos a esta cifra, hacerle un llamado impetuoso para que no le resten la importancia a este cheque con el diminutivo de “chequecito”.
Chequecitos estimados dirigentes, son los que cobra Caba, la enfermera, pensionada después de cuarenta años de labores, y, Almonte el AMET. Chequecito es el que cobra el policía, que posiblemente les cuida o les maneja sus jeepetas; Juana la cocinera de la cafetería, y los miles de jóvenes que dejan sus estudios para ir a trabajar a una zona franca, ejemplos de los millares de empleados que gozan del paupérrimo privilegio de ver a linda los quince y treinta.
La oración elevada al Altísimo, de la mayoría de los usuarios de la OMSA, metro, teleférico, sanes quincenales, compraventas, pensionados que tienen que esperar a que llegue la insulina a la botica del pueblo (porque en la farmacia es imposible) entre muchos más, es chocarnos de frente aunque sea una vez en nuestras vidas con uno de estos chequecitos.
Desde Fuáquiti, en serio, le pedimos a estos dos ilustres dirigentes y funcionarios, que no empequeñezcan este instrumento de pago, ni le falten el respeto a los millones de compatriotas que habitamos esta media isla, porque si para ellos doscientos cincuenta mil pesos es un chequecito, para los antes citados, con un solo de estos chequecitos, podría hacer su sueño realidad, resolver uno, por lo menos uno, de sus problemas más acuciantes, (entiéndase un carrito, motor, inversor, cuatro baterías, nevera, cama, enviar un hijo a la universidad, la prótesis para la operación…) y si aún así, insisten en seguir llamándole chequecito, presiento que este, indignado, ante tanta desconsideración, y al diminutivo a que es afrentado, pedirá a la Divina Providencia, aunque tenga que esperar al dos mil veinte, ser cambiado de destinatario, a otras manos que sí le consientan y le valore en su justa medida, él sabe que uno de a pie, sí está deseoso de brindarle su amor eterno, como dice mi suegra, ¡digole yo!