POR: Luis Reynaldo Pérez
La sociedad dominicana ha sido testigo de uno de los más horripilantes crímenes cometidos durante los últimos años. Víctor Alexander Portorreal, de 30 años, asesinó a su pareja, Reyna Isabel González, y a los tres niños de esta de seis, nueve y diez años.
Los detalles, que han sido ofrecidos de forma morbosa por distintos medios de comunicación, son dignos de una película de Hollywood: el hombre cuenta cómo asesinó a la madre y luego a las dos niñas, a quienes ahorcó con una corbata y luego violó. Salió a pasear con el niño y regresaron a dormir a la casa, con los cadáveres dentro de ella, asesinándolo después. Incluso asesinó al perrito chihuahua que tenían como mascota.
Constituye este un crimen horrible digno de un sicópata que merece que caiga sobre él todo el peso de la ley y al que es necesario poner bajo tratamiento siquiátrico.
Ahora bien, a partir de conocer que el asesino era seguidor de la música metal se ha desatado una campaña de odio contra los fanáticos de este género musical y desde algunos medios de comunicación, ultraconservadores que caen en lo seudoperiodístico, se han centrado en publicar titulares prejuiciados y estereotipados dándole mayor importancia a que el asesino es ‘metálico’ y siempre vestía de negro que a educar a la gente explicando, por ejemplo, la diferencia entre ser ‘metalero’ y ‘satánico’.
Además, asumen que toda persona que escucha este género musical es un asesino. Cada vez que un seguidor de esta música se ve envuelto en una violación a la ley se asume que lo hace por metálico como si los demás, no metálicos, no cometen crímenes. Es de recordar las reacciones al asesinato de José Carlos Hernández, a quien desde algunos sectores llegaron a culpar de su muerte por ser ‘un metálico diabólico’.
Un criminal no mata ni viola ni roba por la música que escucha. Lo hace porque el valor que le da a la vida y su escala de valores éticos se lo dictan. Hay asesinos que matan en nombre del fervor religioso y no por eso satanizamos la práctica religiosa.
Es penoso que desde el diarismo nacional se fomente a crear una brecha de odio entre hermanos.