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Diario de un favorecido 2 DE AGOSTO DE 2018

POR: Cosme Peña

Nos inunda de alegría la noticia de que David Collado, alcalde del Distrito Nacional, inauguró la Biblioteca Municipal “Letras Pequeñas” en el sector de Gualey. Un aporte inconmensurable para la niñez de ese sector. Por el bien que las bibliotecas producen, deberíamos tener una en cada esquina. Las bibliotecas no han estado ajenas a los cambios y gustos de la gente, han evolucionado con los tiempos. Desde la antigüedad han jugado un rol importante por no decir decisivo en el desarrollo de la humanidad. El ser humano comenzó a coleccionar y recopilar en tablillas y pergaminos los conocimientos adquiridos. Grandes bibliotecas fueron erigidas, rivalizando en contenido y tamaño, eran símbolos de poder de ciudades como  Alejandría, Egipto, Asiria. El emperador Augusto fundó en Roma una red de bibliotecas públicas. En la edad media las bibliotecas fueron trasladadas a los monasterios. El conocimiento atesorado en ellas estaba custodiado por los curas y monjes. Es con la revolución francesa  que se inicia la biblioteca moderna, y donde se democratiza su uso, tal como la conocemos hoy. El poder de los nobles y burguesía se exhibía a través de sus bibliotecas. Andrew Carnegie y John Rockefeller donaron gran parte de sus fortunas a la construcción de bibliotecas.

Años atrás, la biblioteca del barrio, las de las universidades, la Nacional, eran los espacios físicos que servían de recipientes del conocimiento. Con Google a la mano, y a un clic, este espacio físico ha evolucionado a un espacio digital. La tecnología del Blockchain, big data e inteligencia artificial, más que una amenaza para la existencia de las bibliotecas, son oportunidades para transformar estos espacios físicos en lugares vibrantes y potentes.

En ese sentido las bibliotecas municipales construidas por el alcalde Collado, junto a las más de veinte mil bibliotecas de aula impulsadas por el presidente Lic. Danilo Medina, como parte de la revolución educativa que impulsa el gobierno a través del MINERD, auguran su futuro promisorio. Estos espacios físicos, las del barrio y de las aulas del saber, llenarán de experiencias significativas y trascendentes a sus asistentes. Desde estas bibliotecas se han  de humanizar e inculcar el amor y respeto a las ciencias, los valores, tales como: la honestidad, puntualidad, respeto, responsabilidad y amor a la lectura. Una meta loable y ejecutable, es convertir en lectores a nuestros niños y niñas. Los libros leídos en la primera infancia y en la juventud nunca se olvidan. Recuerdo en mi Diario, mis primeras aventuras lectoras, mi voraz apetito por los libros que llegaban a mis manos, leía todo lo que encontraba, carecía de géneros predilectos. Lloré leyendo la historia de las hermanas Mirabal. Reí a carcajadas con las ocurrencias del Quijote de la Mancha. Juancito Rodríguez entrañable discípulo, a pesar de su corta edad, me compartía sus libros exotéricos y metafísicos. Juan Castillo, compañero de trabajo de mi madre, también asidua lectora, me presentó: El Capital.  El insigne y siempre recordado, Dr. Israel Brito nos imbuiría en la literatura dominicana. La Sangre, Ciudad Romántica, Cosas Añejas, Baní, La Fantasma de Higuey, Ruinas, que declamábamos en poesía coreada, El Montero, Rufinito, Over que leí en tres días, entre un mar de lágrimas, las Décimas de Alix, trocaban mis horas de hastío en horas de felicidad.

A medida que fui creciendo, expandí mis fronteras, a la Ciudad y los Perros, Cien años de Soledad, ¡cuánta imaginación!; con este libro tengo una deuda pendiente, una segunda lectura. El Aleph, Los Amantes, Versainograma a Santo Domingo, Ibis que me prestó bajo reservas un amigo. Un libro especial fue, Narciso y Goldmundo, lo leí de un tirón, en un fin de semana, no podíamos separarnos, ¡más de quinientas páginas! Con Narciso y Goldmundo mi cosmovisión, sufrió un cambio dramático, la historia de estos dos amigos, tan diferentes, uno muy espiritual, el otro mujeriego, licencioso empedernido, sus ideales y realidades, el dualismo que más tarde entendería leyendo las doctrinas de Descartes,  aún con nostalgia recuerdo el final de Goldmundo. Más adelante de la mano del Rev. Andrés Brito leí el libro de los libros, indispensable en toda biblioteca, La Biblia. La palabra de Dios revelada a los hombres. Sobre ella se ha dicho y lo afirmo: que si la lees serás sabio, si la crees serás salvo y si la practicas serás santo. (La Biblia merece por sí misma una columna exclusiva, que abordaré en otra entrega).

 

(Autores de estas obras: Miguel de Cervantes, Conny Méndez, Carlos Marx, Tulio Cestero, César Nicolás Penson, Francisco Javier Angulo Guridi, Salomé Ureña, Pedro Francisco Bonó, Federico García Godoy, Ramón Marrero Aristy, Juan Antonio Alix, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Pablo Neruda, José María Vargas Vila, Herman Hesse).

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