POR: Fuáquiti
Ha partido a la morada celestial, un grande, grande entre los grandes. Su vida, prolífera en años y éxitos. Vivió como quiso, y, como creyó. Alegre y feliz. Lo creíamos inmortal, por lo menos ese era el deseo de la mayoría de los que le admiramos, veíamos en su longevidad, la dignidad de envejecer, en salud, y haciendo lo que le gustaba.
Tanto se ha hablado de su vida, de su trayectoria, que no redundaremos en más datos, en nuestro diario, recordamos una noche en su patio, el patio de Joseíto. Son las tres de la madrugada, hace su entrada triunfal, el galán, el caballero, sonriente, comparte con los invitados, a todos los hace sentir especial, baila, recrea anécdotas, piropea con respeto y picardía a las féminas de la mesa, se le pregunta: ¿cuál es la clave o secreto para mantenerse y lucir tan bien? Reflexiona, desde su alma noble, suspira, echa una carcajada, y responde:-“no tengo ningún secreto, lo único es que cuando me da hambre como y cuando me da sueño me acuesto”- los presentes compartimos su risa, celebramos su respuesta. Con los años he seguido meditando en esa sabia contestación, en el desapego a las cosas materiales. Las Sagradas Escrituras dicen: Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6: 8-11
Desde la perspectiva bíblica, qué sencilla es la vida, qué feliz, se puede ser con esta sensación de contentamiento, sin la presión por las cosas materiales, la fama y el poder. El ser humano es quien la complica.
¿Cuántos millonarios cambiarían sus fortunas por salud o para agregar años a sus vidas o a la de algún ser querido?
Este contentamiento es producido por el fruto del Espíritu, fuera de ahí, incontables individuos pierden su salud en la carrera desenfrenada hacia la acumulación de los bienes materiales que impone el consumismo, o pierden el sueño (incluyendo quien le escribe) para luego arrepentirse por la factura que pasa el cuerpo, por los abusos cometidos.
Debemos trabajar, esforzarnos y comprometernos, en pos de un ideal, sin hipotecar nuestra salud, nuestra paz mental y espiritual, sabiendo que a pesar de este esfuerzo, hay una condición superior a la que debemos alcanzar: la paz que sobrepasa todo entendimiento. Para que cuando nos toque el día, partamos convencidos de haber contribuido a dejar un mejor planeta.
Mi amigo lector, le invito a experimentar el placer de servir a los demás, de vivir una vida apegada a los mejores valores y principios. Verás cómo el estrés tóxico y la ansiedad desparecerán. Y que estas palabras sencillas,como un mantra a la felicidad resuenen en sus oídos, como hace tiempo lo hicieron en los míos “cuando me da hambre como y cuando me da sueño me acuesto”.¡Viva Joseito, viva el rey!