POR: Cosme Peña
Un mensaje a García.
“El gusto por la lectura se adquiere casi siempre en la niñez, y me sorprende que parezca tan difícil inculcarlo’’. Esther Tusquets
Laboré en una prestigiosa editora por casi doce años, posiblemente los más fructíferos y creativos de mi vida, los de mayor aprendizaje y crecimiento profesional, allí hice lazos de amistad inexorables que perduran hasta hoy. ¡Vaya que aprendí! Hace años, mientras esperaba en el almacén de esa empresa, llegó a mis manos un folletico por conveniente casualidad. Las cajas estaban atestadas de estos pequeños librillos, algunos se salían por las comisuras. Se veían maltratados por el agua y el polvo. Esa versión, diagramada artesanalmente y con tipografía clásica, espantaría a los lectores modernos.
En su portada se leía “Un mensaje a García”. Por curiosidad leí el folleto durante la dilatada espera. Había sido escrito en el 1899 por Elbert Hubbard. Narraba allí la anécdota del General García, jefe revolucionario cubano. El mismo estaba emboscado por las fuerzas españolas. No había manera de comunicarse con García, ni por correo ni por telégrafo. El presidente McKinley necesitaba enviarle un mensaje, pero ¿sería posible hacerle llegar este mensaje? ¿Quién lo encontraría? ¿Quién tendría la suficiente entereza, determinación y perseverancia de cruzar las espesas selvas cubanas para llevar este mensaje? Se escuchó decir a alguien:
—Sí, es posible encontrar a García, conozco a un soldado, un tal Rowan, él lo hará.
Ahí se inició la travesía de este soldado y sus peripecias para llevar el mensaje a García. En este escueto folleto se inculca el amor al deber. El obrar con prontitud ante el encargo. Este mensaje fue determinante para ganar la guerra. Muchos consideran que el general García fue el héroe de la guerra. Elbert Hubbard reflexionó a partir de la observación de su hijo que, sin ese mensaje, el general no la hubiera ganado, por eso le atribuyó mayor mérito al mensajero.
La narración carece de detalles estéticos. Tampoco creo que esa sería la intención de su autor. Más bien “Un mensaje a García’’ es una exaltación a la determinación y a la perseverancia. Actuar con vocación de servicio, sin dañar a los congéneres, ni infringir los valores enmarcados en la divinidad. “Un mensaje a García’’ debería ser inculcado a cada joven, a cada empleado privado y a los servidores públicos.
Desde esa plataforma del servicio público escribo hoy “Mi mensaje a García’’. Y en este, “Mi mensaje a García’’, exalto a los funcionarios que operan con la prontitud del deber. Hombres y mujeres íntegros. Aquellos que se atreven a ser diferentes, a desempeñar un servicio con decencia y pulcritud. A los que deciden soñar, y a accionar con valentía sin importarles que con este pulcro accionar afecten a intereses de grupos tramposos enquistados en las glándulas mamarias del Estado. Esos García no necesitan de mi defensa. Dios los premiará. Sin embargo, en “Mi mensaje a García”, reivindico al amigo. Sí, amigo en las buenas y en las malas. Al servidor público, incorruptible, sin apetencias económicas más allá de las que proporciona el sudor de su frente. Aquel que sale de su oficina para laborar en un diario hasta altas horas de la noche. Usuario del Metro. Sin autos de lujo. Inconcebible en esta sociedad materialista, esclava de Mammón, en que un servidor público viva en el mismo apartamento de hace veinte años. No en una torre de lujo, ni de clase media baja. Como mi García, el de “Mi mensaje…”, quedan pocos.
A este García, el de “Mi mensaje…”, lo conozco desde hace más de dos décadas, precisamente cuando laboraba en la prestigiosa editorial mencionada precedentemente. Donde era nuestro cliente. Un excelente cliente. Donde conocimos su portentosa obra. La seriedad en sus pagos y la entrega a su oficio. Es un gestor cultural nato; apoyando los movimientos culturales, los fines de semana viaja por los rincones variopintos de la geografía nacional.
Nuestro respaldo al excelente ser humano. Lo peor, es que esos detractores, que te bombardean con dardos de fuego, conocen tu integridad. ¿Qué fuerzas tan oscuras movieron a esos amigos versados de tu seriedad y probidad a levantar su mano inquisidora contra ti? ¿Qué fuerza tan grande pudo obnubilar sus pensamientos? ¿Qué les hizo olvidar que también tú tienes familia? Una familia que te admira y sufren contigo la oprobiosa calumnia. ¿Qué les hizo sentirse moralmente superiores? ¿Cómo han olvidado sus propias acciones? El Señor, conocedor de los pensamientos profundos, tendrá esas respuestas.
El delito del García, el de “Mi Mensaje…”, si cometió delito, no fue más que soñar; por más de veinte años soñó con que cada joven, independientemente su condición económica, tuviera un libro de un autor dominicano en sus manos. Que sus colegas pudieran ser dimensionados a nivel masivo, y que también cobraran sus derechos autorales ¿Por qué no? Sueño inverosímil para aquellos que desconocen la realidad de los moceríos del barrio, de los del campo y los de a pie. Los escritores y escritoras te admiran. Admiran tu obra. La misma que ha sido traducida a cinco idiomas. La misma que ha sido antologada por prestigiosas revistas internacionales. Esa misma obra que es estudiada por aspirantes a doctorados en universidades extranjeras. Este García, el de “Mi Mensaje…”, su grandeza es desconocida. Este García es el autor dominicano que más libros de cuentos ha publicado. Sobrepasan los veinte. Cuando partamos de este mundo, y su obra prevalecerá. Cuando no queden rastros vitales de esta generación y de las venideras, su obra quedará estampada entre los grandes clásicos dominicanos.
Mantén tu frente en alto, amigo García. No tienes por qué bajarla. Tus libros, siempre bien demandados, nunca se han vendido tres o cuatro veces por encima de su valor del mercado. Tus libros se han servido en el mismo material que lo has ofertado. No estás solo, te apoya una legión de escritores y escritoras, también tus colegas periodistas. Represan las ansias de responder el oprobio. De desandar las “informaciones” ordenadas. En cambio este, tu amigo, te recuerda: Mía es la venganza Yo pagaré, dice el Señor en Romanos 16:19. Aférrate a esa justicia divina. La que nunca falla.
Ese García, el de “Mi mensaje…”, en su pecho alberga un corazón noble, donde no hay espacio para el rencor, ni para el odio. Oro para que a esos “amigos”, los que maquinaron para mancharte, el Padre Celestial los haga retornar de su mal camino. Sus consciencias se los requerirá más temprano que tarde. Mientras tanto solo digo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.’’ Lucas 23:24.
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