POR: Fuáquiti
Se dice que la manera de conocer a una ciudad es caminándola a pie, entrar en los laberintos de sus cascos históricos, callejones, calles, barrios. En ese sentido nuestras ciudades son enemigas de los peatones; es común escuchar, que el peatón es un perro (que me disculpen los perros), los derechos del peatón son inexistentes.
Caminar una ciudad, es abrirse a ella, sin el temor de que en cualquier esquina te “encerronen”, te pasen por las armas, sin que cualquier menor (para la justicia) por un celular, te envíe al otro mundo. El caso del joven de 24 años, Alper Baycin, productor de cine, consternó a Turquía, una celebridad en su país, a tal punto que la transmisión del mundial de fútbol fue interrumpida para dar esta trágica noticia.
Este caso es uno de los miles que padecemos a diario y que nos indica el estado selvático, maldito e inseguro de nuestras ciudades. Aspiramos a que nos visiten diez millones de turistas por año, pero, ¿cuál es la seguridad que les brindaríamos, si no somos capaces de ofertarla a nuestros propios ciudadanos?
Ciudades seguras, con excelentes servicios de transporte e infraestructuras son requisitos indispensables para la anhelada meta; de lo contrario incrementaremos, más problemas a los ya existentes, daremos tres pasos adelante y dos para atrás, ¿Cuántos turistas turcos y europeos habrán cancelado sus vacaciones a este “paraíso caribeño” después de esta nefasta noticia? o ¿solo pretendemos un turismo de playas y resorts?, huéspedes presos en estas instalaciones, que los estudios indican que pocos retornan.
Recuerdo en mi diario, mi primera visita a Barcelona, tenía que salir temprano a París. La diferencia entre los precios, de ir al aeropuerto en bus o en taxi, era tan considerable, que opté por la del autobús, por unos bolsillos cortos, tratando de ‘estericar’ los euros. El recepcionista del hotel me indicó que podía cruzar el parque, caminar cinco cuadras, y que frente a la gigante tienda de muebles, azul con amarillo ahí estaba la parada del bus. ¿Cruzar un parque a las cuatro de la mañana? Asombrado y con vergüenza ajena, le pregunté que si era seguro, caminar a esa hora, con una maleta, un maletín, los pocos euros que cargaba encima, y mis documentos, me respondió con toda naturalidad, que sí, sí, sí, era seguro. Analizo el brochure, el trayecto que debo hacer, ante la impasividad de mi interlocutor, y creyendo que quizás no había entendido bien mi inquietud, le inquiero nueva vez, la misma y dilatada consulta, ahora de una forma más enfática, me responde con su acento españolizado, -pues que no pasa nada macho-me dije: ¿cómo sería posible que de tantas personas que hacían esa ruta precisamente a mí, me iban a atracar?
A las 4 y media de la madrugada hice el check out, persistía la disyuntiva dicotómica, de irme a pie a la parada del autobús, pagar tres euros, o irme en un taxi por cincuenta euros. De caminar a pie con el supuesto riesgo (en mi mente) de un atraco, o seguro en un taxi. La recepcionista (ahora una joven), sin preguntar nada me indicó la forma de llegar, a la parada del autobús. Encomienda al Señor tu camino, y confía en Él, y Él hará. Salmo 37:5 Hacía una brisa glacial, víspera del invierno, silencio absoluto, emprendí mi trayectoria, eché un vistazo a ambos lados, me tiré al medio de la calle, por si acaso, la espesa vegetación del parque acrecentó mi fe, repetí la Séptima Palabra del maestro de Galilea, ante el Calvario: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu, no había vuelta atrás, la brisa gélida acariciaba mi rostro, encontré la paz, se disipó todo temor, mi cuidado no dependía de mí; ya estaba en las manos de Dios. Algunos atletas a la distancia se ejercitaban, logré la estación del bus, antes de las cinco. Para dar testimonio de lo vivido, hice algunos videos con el celular. El bus llegó puntual a las cinco y siete.
Anhelamos diez millones de turistas, ¿podrán los recepcionistas de nuestros hoteles, recomendar a sus huéspedes, que salgan a caminar, o a irse a los aeropuertos en la OMSA, el metro o teleférico? Y si lo hacen ¿seguro de que no les pasa nada, macho?