POR: Fuáquiti
Estaba aterrada, se escondía con sus cinco vástagos debajo de la cama, el mundo, por lo menos el que conocía, se iba a acabar, los rumores y las noticias nefastas llegaban al pequeño poblado, había muerto un dios, el que había dirigido los destinos de tres millones de almas, gobernado con mano férrea, su figura imbatible, semidiós. Imposible que estuviera muerto, él era inmortal, sus poderes sobrenaturales eran parte del conocimiento popular, él era invencible, sus “resguardos” lo blindaban de las balas. Era omnisciente, leía los pensamientos con una sola mirada, conocía de antemano, quien pudiera traicionarlo, por eso era impensable que de su entorno (mucho más en un país de calieses) se pudiera urdir un plan en su contra. Los que se habían atrevido navegaban en los estómagos de tiburones o eran presos y vejados en las mazmorras más oprobiosas. Ante la insistencia del abuelo y de algunos compadres, mi abuela Engracia (epd) sale del escondite junto con su prole. De esta historia, hace ya cincuenta y ocho años. El caso de mi abuela no era exclusivo de su paranoia, era producto del terror impregnado hasta los tuétanos. Un pueblo amilanado, acostumbrado a que todo lo que respiraba tenía que alabar al Benefactor, al perínclito, generalísimo… y tantos títulos recibidos para satisfacer su megalomanía.
Hoy en Fuaquiti rendimos el tributo a aquellos miles de dominicanos que ofrendaron sus vidas por la libertad. Un tesoro que solo se aprecia cuando se pierde. Las autoridades electas están para servir, el pueblo observa su ejemplo. Nadie puede negar la frustración, insatisfacción colectiva, el descontento producido ante los males perennes de nuestra sociedad por la incapacidad y complicidad de los gobiernos que han sucedido al dictador. Por esto muchos dominicanos y un alto segmento de jóvenes están anhelando de nuevo a este siniestro personaje, y aunque este período tuvo sus luces, las cuales no se pueden ocultar, lo cierto es que cuando se analiza la historia objetivamente, muchas de ellas fueron para satisfacer sus caprichos de megalomanía y excesos sexuales.
Una anécdota de las miles que hay, de lo que éramos como país bajo la dictadura, queda registrada en la historia, cuando Ramfis (su hijo mayor) como un jeque árabe, gastando millones en fiestas, disfrutando de la dolce vita junto a las estrellas de Hollywood, Rubirosa y sus compartes, pregunta uno de los asistentes, que ¿quién era ese joven que gastaba tanto dinero?, ¿de dónde provenía esa bonanza?, otro de los presentes con toda naturalidad respondió: “su papá tiene una finca en el Caribe con tres millones de esclavos”.
Si el nieto del dictador aspira a la presidencia, mal haríamos si la Constitución se lo permite (la misma que su abuelo ajustaba a sus más viles antojos), negarle esa participación, más bien deseamos que el señor Rafael Domínguez Trujillo, nos responda: ¿qué ha hecho para merecer esa distinción?, ¿cuáles son sus planes?, además de construir un muro fronterizo, ¿cuáles son sus méritos académicos y profesionales? Su segundo apellido para la mayoría del pueblo dominicano representa dolor, y aunque usted no es responsable de los daños causados por su abuelo.
Queremos escucharle hablar sobre la libertad de expresión, esa que usted goza en suelo dominicano y que costó tanta sangre. “si no creemos en la libertad de expresión de aquellos que despreciamos, no creemos en ella en absoluto”. Noam Chomsky, filósofo y activista estadounidense.
El pueblo aspira un cambio. Ante frustraciones repetidas, los pueblos y a veces ayudados con un poco de noticias falsas, escogen lo peor, el Brexit, Trump, por citar algunos ejemplos. Algo se pudiera estar cocinando. Los sobrevivientes del régimen trujillista, las mujeres y los cristianos, de los países islámicos radicales, pueden atestiguar lo que significa libertad, esa que tenemos y no valoramos. Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. San Juan 8:32