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Diario de un favorecido 23 de mayo

POR: Cosme Peña

Recibió las flores con ilusión y alegría, las que produce el cortejo y más aún si proviene de una jerarquía mayor.  La abuela y los primos no salían de su estupor. Que recordaran, en su familia nadie nunca había recibido flores. -mija este parece ser un caballero- a sus veintiún años ninguno de sus novios y enamorados le había concedido un obsequio floral.

Tomó la tarjeta, devolvió la llamada, agradeció la gentileza. Él se esmeraba con cada palabra para exaltar las cualidades de su fémina. Quedaron en volver a verse.  El chofer era su celestino y cómplice; puntual y discreto; cualidades en extinción en esta fauna vernácula. La recogería en estación Amin Abel y la llevaría a las inmediaciones del Congreso. Luego irían a cenar a un restaurante de la Ciudad Ganadera.

Su experiencia en el arte de la seducción resaltaba sobre la inocencia de la pretendida joven. Estaba absorta, le contemplaba extasiada. Él hablaba y hablaba. Ella escuchaba atenta como si esas palabras fueran las del behique de la comarca.

Durante dos meses estos encuentros furtivos fueron recurrentes. Las visitas al suntuoso restaurante se desestimaron a las siguientes citas. Las cabañas de la autopista 30 de mayo serían los próximos lugares de encuentro.

Salía urgido de la cámara. Ella era su todo. Las sesiones legislativas se hacían eternas, su mente no dejaba de pensar en ella. Llegó a ser la preferida de su harén. Inspiraba sus intimas utopías. Le encantaba su candidez.

Esta tarde quedaron en verse primero en el restaurante. Esta vez, parecía nerviosa. algo anormal ocurría. Se debatía en un diálogo interno, le preocupaba la reacción de su pareja ante la noticia que suponía que le llenaría de felicidad al igual que a ella. Se había retrasado la regla, la que siempre como un reloj suizo había sido exacta.

El amor que ambos se prodigaban había dado su fruto. No importaba la edad, la clase social, los impedimentos, este niño sellaría la unión eterna.

Incredulidad fue la primera reacción del legislador y amante furtivo. Todo el amor demostrado se esfumó por arte de magia, este sentimiento se permutó en una ácida recriminación. Ese vientre fecundo no era digno de él. Con ásperas palabras le recriminó su descuido. Su falta de protección. -Carajo en estos tiempos con tantos métodos, ¿tú no tomas pastillas? Movió su cabeza hacia ambos lados, enmudeció, no tenía palabras, el llanto ahogó sus palabras.

Le endilgó de tonta, oportunista, ella seguía llorando, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas a borbotones. Mientras él la mandaba a callar, miraba a los lados no quería ser parte de esta escena ridícula y trágica.

Toma su celular, le indica a su chofer que traiga un sobre que contenía doscientos mil pesos. -Toma este dinero resuelve, no quiero jodiendas sácate esa vaina y no me vuelvas a llamar jamás-. Se para bruscamente de la silla. Ella intenta suplicar que se quedara. Le toma de una mano, él se la arrebata. Se marcha sin mediar palabras.

Trata de recomponerse, el silencio se hizo eterno. Guarda el sobre, en la cartera. Pidió la cuenta.

La camarera que le asistía y que había estado solapada escuchando la crueldad con la que el hacedor de leyes destruía a la joven de cara angelical. No contuvo sus ansias, – yo sé que no tengo que meterme en esta vaina, no son mis problemas, pero te voy a contar mi experiencia, yo tuve una situación similar con el maldito “pai” de mi hijo, él quiso que abortara, que me lo sacara, no le hice caso, hoy mi niño tiene siete años y es la bendición más grande que Dios me ha dado, ten fe, no te desesperes, no te lleves de ese desgraciado, mal nacido, tú eres una joven bella e inteligente, vas a seguir avanzando, por favor piénsalo no lo hagas-

La joven de rostro angelical y cuerpo de mala agradeció el consejo, sujetó con sus manos las mejillas de la preocupada camarera, la besó y le susurró con socarronería -tontita tengo el aparatico-.

 

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