POR: Cosme Peña
La semana pasada recibí la invitación afable del amigo Alfredo Martínez para compartir un almuerzo. El almuerzo es sagrado porque Dios es quien lo provee. Es un privilegio compartirlo con tus hermanos y amigos. Es muy personal e íntimo, más aún si después puedes disfrutar de una ‘’pavita’’ de quince minutos. Conociendo al amigo Alfredo y sus conceptos de redención y precisión del tiempo, estuvimos a la hora señalada para nuestra cita gastronómica.
Nuestro encuentro fue sellado con un profuso abrazo, su hermano Franklin, como buen tercio, estuvo atento y ameno, mientras esperábamos que el alcalde terminara uno de sus tantos compromisos del despacho.
El almuerzo estaba servido impecablemente, tuve el honor de implorar al Altísimo la bendición para los alimentos que íbamos a degustar. Una opípara comida acompañada de una tertulia instructiva y amena, alegraron el alma, y nos dejaron con el deseo de continuar para otro encuentro los temas que quedaron inconclusos.
Un almuerzo te permite auscultar los modales de tu anfitrión, el almuerzo patrocina la intimidad que libera las poses de los escenarios, y es en este lugar donde pudimos patentizar la sencillez de este hombre, que la vida no le ha regalado nada, que su éxito en la política no ha sido algo fortuito, que sus treinta y siete años ininterrumpidos en el quehacer político (todos en el mismo partido), tres períodos siendo el diputado más votado en su circunscripción, han sido producto de su perseverancia, disciplina, alimentación, capacidad de trabajo (20 horas diarias) y lealtad a sus amigos.
Un elemento nuevo, que pudimos advertir en nuestro anfitrión fue su conocimiento profundo, casi enciclopédico de los acontecimientos de la política vernácula; mientras lo escuchaba, me dije en mis adentros que, si bien el éxito tiene un toque de azar, lo que sí es axiomático es que este, se debe a la perseverancia, constante unísona en aquellos que han radicado su residencia en el olimpo de las estrellas.
También el inquilino de la oficina principal del palacio municipal del municipio más grande y poblado del país, habló de política exterior, seguí atento estos comentarios; sin pifia el alcalde mostró ser un ducho en temas de política internacional, cuando con voz profética sentenció ‘’algo está cambiando y muchos políticos no nos estamos dando cuenta…’’ de sus adversarios internos y externos expresa respeto, de algunos inclusive elogios y admiración, ni una palabra insultante, algo sinceramente atípico en el mundillo político dominicano, valora el derecho que tienen los que aspiran a sustituirlo de la alcaldía. Predica la paciencia, la que brilla por su ausencia en muchos políticos del terruño.
Eso que pudiera ‘’estar cambiando’’ ante los ojos de estos ‘’animales políticos’’ como les llamara Aristóteles, no necesariamente serían las mejores opciones. Respuestas inconclusas a males de antaño, políticos tradicionales, alucinados en su molicie, desconectados de sus comunidades, pudieran ser las causas para que en el veinte-veinte ese cambio venga de los lugares más insospechados, Macri, Trump, Bolsonaro, son algunos ejemplos.
La dialéctica concebida por Platón define que la realidad está en un permanente cambio, los seres humanos, la política, las instituciones. Se afirma ‘’lo único constante es el cambio’’(Heráclito), nada está estático, solo Dios es eterno, y Él como arquitecto divino, en su diseño perfecto nos ha dotado de las herramientas para que avancemos, que no estemos estáticos, que ensanchemos los horizontes de nuestra mente, como Jabes aquel varón temeroso de Dios quien hizo esta potente oración: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si Tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió. 1era de Crónicas 4:9-10.
Hoy es un excelente día para pedir a Dios que expanda tu territorio, que nos libre del mal, incluyendo a nuestros seres queridos, que, ante tanta maldad y envidia imperantes, no permita que nuestra alma se envenene. Políticos como Alfredo y otros más que conozco, nos motivan a seguir pidiéndole a Dios que guarde sus corazones, para el bien de ellos y del país.
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