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Diario de un favorecido 17 de mayo de 2018

POR: Fuáquiti

Leía recientemente, “que la creciente ola de violencia nos está quitando la capacidad de asombro”, videos virales, como el del motorista disparando al neumático de un vehículo, otra grabación y narración mordaz de un accidente de tránsito en donde una de las víctimas moribundas, yace en el pavimento, y el reciente asesinato de una estudiante de medicina por un simple roce del vehículo donde se transportaba con su pareja, son algunos ejemplos, de los incontables casos que estamos padeciendo y consumiendo en las redes sociales y diarios en nuestra amada Quisqueya, patria de Duarte y Luperón.
Para los que crecimos en la parte alta de la ciudad, escuchar la expresión: -un ladrón, un ladrón-, era sinónimo de auxilio, dejar a un lado lo que se estaba haciendo, salir con lo que tuvieras en las manos y socorrer a la víctima, correr de ser necesario varias cuadras, detrás del cuatrero, agarrarlo, darle su par de galletas, sin llegar al linchamiento y entregarlo a las autoridades, era un acto heroico. Sin embargo, hoy una joven está siendo despojada de su cartera, pide auxilio, y los transeúntes continúan impávidos, los más aviesos sacan su celular para grabar la escena, esperando que sea un éxito viral, otros temerosos se marchan en vía contraria, porque aquí a cualquier oligofrénico se le otorga una licencia para el porte de un arma de fuego, y lo más alarmante son los testimonios de los buenos samaritanos, que por la burocracia del Código Procesal Penal, son sometidos al drama estresante de compartir con los agresores.
Esta indiferencia nos está llevando al peligroso estado del “Na e Na”; sin querer nos estamos convirtiendo en una sociedad distinta, a la que aspiramos y soñamos, la mayoría de las personas decentes y pacíficas que habitamos esta media isla. La alegría y hospitalidad son características congénitas del ADN dominicano. Preservémoslas. Hace dos semanas me sentí honrado, cuando junto a un gran amigo, compartíamos con un alto oficial norteamericano, donde este nos elogiaba, por la hospitalidad y alegría que prodigamos, a la vez no entendía, como este personaje alegre podía cambiar de repente cuando tomaba un volante. Mientras nuestro interlocutor hablaba, recordé en mi diario aquellos años de adolescencia a Robert Louis Stevenson, autor de la Isla del Tesoro, y más específicamente el libro El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide. Esa parte dicotómica del ser.
Sabiendo que no somos acreedores de ninguna verdad absoluta ni tampoco de recetas mágicas, nos tomamos la libertad, como ciudadanos comprometidos con un mejor país, de recomendar a las autoridades, algunas medidas sencillas, lejos de los megas proyectos anti delincuencia, ni de las Harleys Davidsons, ni tantas nomenclaturas rimbombantes para hacer los barrios más Inseguros.
Estas son: prohibir la reactivación de celulares robados, la reventa de tapa bocinas, retrovisores, y demás adornos de los vehículos, todos sabemos, su ilícita procedencia. Eliminar las maquinitas tragamonedas de los colmados, da pena ver a esos menores, limpiabotas, dulceros, y jóvenes imbuidos en el vicio, ludópatas en ciernes. Que con los impuestos de diez bancas se hagan una cancha de básquetbol o voleibol. De poco servirán las tandas extendidas, desayunos, almuerzos y meriendas en las escuelas públicas, si seguimos permitiendo sin el más mínimo estupor, que nuestros niños y jóvenes, compren números y apuesten en las bancas del vecindario, consuman bebidas alcohólicas en los colmadones o drinks.
Si se cumplen estas medidas, volveremos a estar más tranquilos, ¡ah! Y para usted apreciado lector, recuerde que contar hasta diez, hacer tres respiraciones profundas, ayudan a bajar la tensión. Abracemos las palabras del salmista que dice: El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen,y los defiende. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él se refugia! (Salmo 34:7 y 9).¿En quién acampa tu vida? Si es en Él, eres un bienaventurado.