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Diario de un favorecido 16 de mayo

POR: Cosme Peña

Diario de un diputado
(parte 1 de 2)

Terminaba de dar un discurso fogoso, como en sus mejores años de revolucionario, donde la quimera superponía la praxis. De esos años hasta la fecha había llovido no menos que esta tarde. En base a sus ‘’amarres de aposento’’, ‘tumbapolvismo’ a los jefes y oratoria ardiente había escalado a posiciones cimeras en el partido. Hoy era un digno representante ante la cámara de diputados. A sus casi sesenta se sentía vigorizado. Atrás quedaron las ergástulas, los escapes furtivos, los sueños de una sociedad justa y equitativa. El barrio fue trocado por un lujoso penthouse del Ensanche Naco.

Esta tarde gris las nubes furiosas descargaban su ira. Llovía a cántaros. Los truenos y relámpagos vendían la apariencia de ser más tarde de lo que realmente era. La av. Padre Castellanos (antigua 17) estaba trancada, literal, ni para adelante ni para atrás, en un movimiento fugaz; ordena a su chofer desviarse por una de las callejuelas del populoso barrio. Aprovechó una de las rendijas que se abrían en este infernal atascamiento.

Y en esta calleja, como gallinita empapada por el inmisericorde aguacero, estaba ella, indefensa. Una jovencita con su paraguas destartalado intentando a zancadas esquivar la corriente de aguas turbias, que arrastraban consigo botellitas plásticas, vasos foam y bolsas repletas de basura.

-Detente Manuel, deja pasar esa belleza- más que por caballerosidad, lo ordenaba por el deleite producido por esas curvas anatómicas perfectamente ceñidas a la licra. La joven, de rostro ingenuo, asiente en agradecimiento. Baja el cristal, a pesar de que el agua penetraría al interior de la imponente Toyota Land Cruiser, recién adquirida con las exoneraciones asignadas a su paquete salarial.

– ¿Para dónde va joven? Súbase, no se moje-

Mojada y temblorosa, acepta la oferta. El frio glacial del aire acondicionado, taladra su piel.

Intercambian nombres, opiniones; él era diputado, su representante en el congreso, en teoría representaba sus intereses, a pesar de sus casi sesenta, esta joven provocaba un cosquilleo entre sus piernas, una irrigación inusual del líquido vivificante. Ella acababa de ingresar a la Autónoma. Henchida de sueños de progreso. Su cara angelical, su sonrisa tímida y discreta, y sus ojos tiernos, contrastaban con su cuerpo de ‘’mala’’. A medida que hablaba, su voz de arcángel acrecentaba en el honorable representante de la cámara, el apetito de hacerla suya. De poseerla.

-Déjeme aquí por favor, vivo en el tercer piso con mi abuela y dos primas, si gusta puede subir y acompañarnos en la cena, es una casa humilde, pero llena de amor y respeto, usted le caerá muy bien a mi familia.

Agradeció la cortesía, contuvo las ganas, porque debía continuar a otra actividad partidaria. Se acercaban las elecciones y había que arreciar en este tramo. Intercambiaron sus números telefónicos.

Al otro día, bien temprano, le llegó a su empobrecido apartamento, un arreglo floral, con su tarjeta personal, la que contiene en pan de oro el escudo nacional, terciada y escondida entre las rosas; escrita a puño y letra: ‘’Estas flores, no se comparan con tu belleza, deseo volver a verte, tu servidor’’

Si deseas saber cómo termina esta historia espérala en tu próxima edición de Fuaquiti.

(Continuará…)

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