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Diario de un favorecido 15 DE NOVIEMBRE DE 2018

POR: Cosme Peña

Doña Adalgisa y Genaro
su causa no está perdida.

La experiencia de perder un ser querido es dolorosa, la de un hijo es desgarradora. Como padres esperamos que sean nuestros hijos que nos entierren, jamás a la inversa. Han dicho los expertos en terapia de duelo que la pena se mitiga viendo sus restos mortales, con la cristiana sepultura, y abrir las compuertas de las glándulas lagrimales. Que la pérdida sea por una acción criminal, ominosa, es todavía un trauma mayor. En este sentido es inimaginable lo que han de sentir Adalgisa, Genaro, y tantos padres y madres que han perdido a su prole víctimas de una acción vandálica, un tiro perverso, o un accidente avieso, entre los tantos casos frecuentes que lamentablemente nos están quitando la capacidad de asombro.

Toda la nación estuvo en vilo, siguió impávida a través de los diferentes medios el desenlace de este caso, porque en la tragedia de Emely veíamos el reflejo de lo que posiblemente podría pasarle a una hija, hermana, sobrina, nieta, en una sociedad donde la impunidad es un bien que se compra con dinero. De Emely recordaremos su tierna sonrisa, llena de vida. Su pecado, como el de muchas adolescentes, enamorarse de la persona equivocada. Un monstruo, bípedo, baladí, carente de sentimientos, un trastornado emocional. ‘’El Orgullo’’ de su madre. Y vaya que realmente lo era. Una mujer capaz de lo que fuera necesario para que su ‘’niño’’ no encatara sus genes de la realeza con alguien de ‘’menos alcurnia’’ que no estuviera a su nivel. Cuán equivocada estaba, es posible que Emely ni su familia tuvieran los recursos económicos, que tanto le hubiese gustado a la hoy condenada de ‘’encubrimiento’’ del cuerpo, pero a Emely le sobraba lo que les faltaba a sus verdugos, la valentía de alumbrar la criatura que llevaba en sus entrañas, de continuar con su vida, de criar sola a su hijo, de engrosar el batallón de miles de madres solteras, heroínas, que deciden cargar con el equipaje bendito de sus vientres. De echar a sus hijos adelante en la vida, de educarlos con el ejemplo, de dar sus vidas por ellos. En vez del aborto.

Pensando en Adalgisa y Genaro, no dejo de cavilar en los pensamientos que calmaban esas horas de ansiedades, esas noches de insomnio; las horas inciertas, y viendo a Adalgisa sentada en el tribunal ataviada de una fe inquebrantable, atino a pensar en que solo esto es posible por la paz y el amor que proviene de Dios. Una firme creencia en el Dios Consolador, y en una comunidad de fe que la sostiene.

Adalgisa nos ha atestiguado sus profundas convicciones religiosas, y nos ha transmitido su fe, en medio de su sufrimiento, porque ese Dios al que ella sirve: ‘’fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil. (Isaías 40:29). Su testimonio nos exhorta a que, en medio del dolor, del sufrimiento, de las tribulaciones, si buscamos con fe, se encuentra a El que te fortalece en tus luchas y problemas, en tus depresiones y ansiedades, en tus carencias y falencias. El Dios de Adalgisa está con ella, la consuela y apoya, como también promete estar para todos aquellos que le buscan en Espíritu y verdad.

Hoy la nación llora con ustedes, lamenta una parte de la sentencia. Una injustica vestida de “justicia’’, una injusticia que se engalanó de casimir, lino y aromáticas fragancias dejando a la vista de todos a una “justicia’’ harapienta y hedionda. Pero la justicia divina, la que proviene de Dios es perfecta y en esta justicia, la divina, Adalgisa y Genaro, su causa no está perdida.

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