POR: Fuáquiti
¡Júzgame oh Dios!, el salmista estaba afligido, lloraba, oraba, pedía a Dios que Él fuera su juez, no los hombres. Los potentados confían en sus propias riquezas, en sus propias fuerzas, pero los que confían en el Señor de ellos es el reino y su justicia. En esta semana sentí esa sensación de impotencia, la injusticia, de los que tienen que administrar la justicia; fui testigo de un embargo, de los tantos que se realizan en toda la geografía nacional, amparados por expedientes espurios, ejecutados por personeros “tigueriles” emanados de los extractos morales más profundos de la naturaleza humana. Protegidos por una fuerza pública, sumisa, obediente ante esta horda de mongoles, intimidantes, sus ojos enrojecidos, ávidos de sangre, bárbaros.
Las autoridades, silentes, las encargadas de cuidarnos, de proteger la libre empresa, de ponerse del lado correcto, de la verdad, de la democracia, se prestan a servir de sombrilla, a esta mafia sustentada en embargos sin notificación previa, o hechas al aire.
Me solidarizo, con aquellos que son embargados ilícitamente, aquellos que sus derechos son vulnerados, y a pesar de la tentación de hacer su propia justicia, quizás la única (piensan) que tienen en sus manos, volcar toda esa impotencia, y rabia hacia sus agresores, confortarlos con las palabras sabias de que “son muchas las aflicciones del justo, pero de todas ellas nos librará el Señor”. Salmo 34:19
Saber que es más valiente ejercitar el dominio propio a pesar de la intimidación, y no responder con las mismas armas de la petulancia.
Es difícil, y pedimos al Todopoderoso: Paz, para los padres y esposos, al ver a su esposa e hijos sacados violentamente, de sus casas, negocios, vehículos, por estos delincuentes e indolentes, bajo el inclemente sol del mediodía. Paz, a los familiares de las víctimas, que tienen que sentarse al lado del victimario en una sala de justicia, y soportar su burla en este entramado burocrático y legal, junto a estas mafias de abogados y alguaciles. Paz, a los padres, familiares y amigos de Emely. Paz, a mi amigo que duró tres años para que se le hiciera justicia a su hija, transgredida por su padrastro. Paz, a todos los que están luchando y clamando por justicia. Paz, para el pueblo dominicano que reclama justicia por el caso de la Odebrecht.
Misericordia, para aquellos jerarcas económicos, judiciales y políticos, que se burlan de sus víctimas. Misericordia, para aquellos que con sus millones pueden comprar todo el aparato judicial. Misericordia, sí, Misericordia, porque la justicia de Dios caerá sobre ellos, y esa justicia, como dice las Sagradas Escrituras: Porque el Señor ama la justicia y no abandona a quienes le son fieles. El Señor los protegerá para siempre, pero acabará con la descendencia de los malvados. Salmos 37:28
El Señor liquidará con su descendencia. Esa será su justicia. Y yo creo en ella. Amén.