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Diario de un favorecido 13 DE DICIEMBRE DE 2018

POR: Cosme Peña

Nuestro sentido pésame.

Por la ‘’cercanía’’ de nuestra empresa con Polyplas, mi celular no dejaba de sonar. Familiares, amigos, colaboradores, me llamaban preocupados para saber sobre la explosión en la citada fábrica de plásticos. Sectores aledaños como Villa Juana, La Fe, Gazcue, Naco, Luperón, Capotillo, entre otros, literalmente fueron sacudidos por la onda expansiva.

Me comenta mi hijo Cosme Jr. y algunos colaboradores que el techo de Aluzinc de nuestra empresa se removió con la explosión, provocando pavor e incertidumbre en gran parte de los colaboradores. Preguntas intrigantes y sin respuestas como: ¿fue cerca? ¿fue al lado? ¿explotó una bomba de gas? atestaban de ansiedad a la comunidad. Hasta que comenzaron a llegar difusas las primeras noticias.

Llamé casi de inmediato al amigo Christian Herrera quien es gerente en la referida empresa. Era entendible que estuviera perturbado, pero a la vez se escuchaba calmoso, su voz retornó a la calma mis emociones agitadas, despejaba las apocalípticas imágenes que circulaban en las redes sociales. Ni hablar de la desinformación magnificadas por medios digitales. Hoy cualquiera se siente con el derecho de desinformar, quizás para generar tráfico en sus autopistas digitales o el morbo. Publicar que las víctimas totales eran incontables, es un ejercicio irresponsable por demás cruel, que añade pesares a los deudos de los empleados y colindantes devastados por esta tragedia. Además de denigrar a una empresa que tiene más de sesenta años, donde laboran miles de empleados, sin tomar en cuenta que también esta colectividad, de dueños y empleados estaban pasando por una crisis terrible.

Nunca podrá justificarse la pérdida de una vida humana, por más explicaciones que se traten de dar, los padres y huérfanos de esta tragedia, nunca serán compensados. A ellos nuestro sincero pésame y consuelo. Nos queda aprender de la lección, de que, en materia de seguridad industrial y vial, estamos rezagados.

Un aspecto poco difundido es que la fuga del letal gas se inició en el suministro del tanquero que lo suplía. Estos tanqueros (no digo que este sea el caso), al igual que patanas, camiones, autobuses, circulan a toda hora en nuestras calles, autopistas, carreteras, la mayoría con gomas gastadas, sin luces, retrovisores, en fin, sin los controles mínimos de seguridad, sin una entidad responsable que los inspeccione y que certifique que están en capacidad de circulación. Nos unimos al Listín Diario, decano de la prensa dominicana, en denunciar los excesos y violaciones constantes a la ley por los vehículos pesados.

Nos acordamos de la aplicación de la ley de tránsito, cuando emergen las tragedias. Están a la vista permisiva de las autoridades las voladoras ahítas de pasajeros, camiones, patanas, tanqueros guiados por choferes por cuyas venas fluye la combinación letal de sangre y etilo, cambiándose como hijos del diablo de un carril a otro, sin controles ni consecuencias. Son demasiados los desaprensivos que entienden que una licencia para conducir vehículos pesados es sinónimo de matar. Nuestras vidas penden de estos sicarios del volante, urge sanciones efectivas.

Es tiempo de que nos tomemos (autoridades, empresarios y población en general) la seguridad en serio. El Ing. Rafael Sánchez, experto en seguridad industrial, recalca hasta el cansancio que con los controles ‘’no se juega’’. Hoy cientos de familias han perdido con este accidente. Las pertenencias materiales se recuperan. No así la vida de los que dejaron sus hogares con la ilusión y el derecho de suplir a sus seres amados del pan material. Y en ese espejo nos vemos miles. A las autoridades les corresponde el deber de salvaguardar esta ilusión y derecho. Ahorrarían lágrimas, dolor, sufrimiento y luto a la familia dominicana. Este es el mejor momento para hacerlo, no pierdan tiempo.

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