A+ A A-
A+ A A-

Apostar a la desmemoria

POR: Luis Reynaldo Pérez

Es bastante conocida la frase, que ha sido dicha de distintas formas por varios pensadores, que asevera que «quien no conoce su historia está condenado a repetirla.»  Y esta frase toma sentido pleno cuando la aplicamos a la aparición de un personaje en la actualidad política dominicana.

  1. Ramfis Domínguez Trujillo ha lanzado su candidatura a la presidencia de la república. Este empresario, nacido en Nueva York en 1970, es hijo de María de los Ángeles Trujillo Martínez y del coronel retirado Luis José Domínguez.

Este anuncio de Ramfito, apodo con el que es conocido, ha causado diversas reacciones en la sociedad dominicana. De un lado hay quienes lo han satanizado por ser nieto de Trujillo y por otro hay quienes lo ven casi como un mesías que puede cambiar el sistema de corrupción e impunidad en que vivimos. Sin embargo, estas aspiraciones deben ser analizadas con la cabeza fría.

Y lo primero es preguntar ¿tiene Domínguez Trujillo derecho a aspirar a la Presidencia de la República Dominicana?

La Constitución de la República establece en el artículo 123, como requisitos para aspirar a la presidencia, «ser dominicana o dominicano de nacimiento u origen; haber cumplido treinta años de edad; estar en pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos; y no estar en servicio militar o policial activo por lo menos durante los tres años previos a las elecciones presidenciales».

A simple vista califica por ser dominicano de origen pero la propia Constitución en el artículo 20 dice que «las dominicanas y los dominicanos que adopten otra nacionalidad, por acto voluntario o por el lugar de nacimiento, podrán aspirar a la presidencia y vicepresidencia de la República, si renunciaren a la nacionalidad adquirida con diez años de anticipación a la elección y residieren en el país durante los diez años previos al cargo. Sin embargo, podrán ocupar otros cargos electivos, ministeriales o de representación diplomática del país en el exterior y en organismos internacionales, sin renunciar a la nacionalidad adquirida». Habría que ver si se da el cumplimiento de este requerimiento de renuncia y residencia que señala el artículo.

Aparte de las objeciones constitucionales o no que pueda anular las aspiraciones hay dos temas que deben discutirse: la violación de Domínguez Trujillo a la ley 5880 que prohíbe las alabanzas a su abuelo y su dictadura y la supuesta estafa de este al antiguo Banco Nacional de la Vivienda.

La ley 5880 de 1962 establece que «toda persona que alabe o exalte a los Trujillo o su régimen tiránico, en alta voz, o por medio de gritos, discursos, escritos públicos o epistolares, dibujos, impresos, grabados, pinturas o emblemas se considerará y juzgará como autor de delito contra la paz y la seguridad públicas y será castigada con prisión de diez días a un año o multa de diez a quinientos pesos oro o con ambas penas a la vez».

Es de conocimiento público que el señor Domínguez ha realizado actividades en honor de su abuelo y que ha defendido y justificado públicamente la satrapía del dictador. Y que incluso ha expresado su intención de gobernar con mano dura. Por otra parte, se ha vinculado a una estafa por seis millones de dólares al desaparecido Banco Nacional de la Vivienda.

Es sorprendente como hay personas apostando a este ‘proyecto político’ en el que se apuesta a la desmemoria del pueblo dominicano. Y que conste, no estamos satanizando a este hombre por ser nieto de Trujillo. Lo que decimos es que partiendo de su conducta defensora del período histórico más negro de nuestra sociedad y su vinculación a actos de corrupción no es un personaje digno de tener defensores ni seguidores.

Debemos mirar hacia atrás y ver todo el dolor que dejó ese apellido, y sus adláteres, en nuestro país.  No apostar al olvido. Esa estela de sangre debe ser recordada siempre para no repetirla.